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La poesía de Tatiana Berger

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Fecha Publicación: 21/11/2020 - 20:20
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“Cuídate de la silenciosa en el desierto” escribió Pizarnik en su famoso Árbol de Diana. La imagen llega ahora que he terminado de leer “Delgadísima nube”, el libro de Tatiana Berger. Una profunda obra que en sus diez poemas nos entrega una lección para cuidar el lenguaje. Tatiana, miembro de la promoción de poetas surgidos en la década del ochenta, contemporánea de Magdalena Chocano, Patricia Alba, Rosella Di Paolo y Rocío Silva Santisteban, por citar a las más representativas, hija de un proceso que tuvo su primer referente en Hora Zero, testigo de lo que fue Kloaca y la irrupción de las poetas y sus estéticas del cuerpo, Tatiana eligió ser insular; por eso su registro lejos está de los poemas río que se rindieron a un coloquialismo cuya hegemonía empezó a difuminarse con las propuestas de algunos poetas finiseculares y que llegó a su fin a inicios de la segunda década de este nuevo siglo.

“Mis pasos en esta calle / Resuenan / En otra calle / Donde / Oigo mis pasos / Pasar en esta calle / Donde / Sólo es real la niebla”, estos versos de Octavio Paz bien pudieron ser la máxima a la que acudió Tatiana para resistir en su apuesta. “La poesía de Tatiana Berger posee esa rara cualidad que es la inteligencia del corazón, como un gran telón de fondo que piensa y pesa la experiencia y los sueños, y halla caminos secretos para tocar a su lector con la punta de los dedos, o rasgarlo con el brillo de sus uñas esmaltadas”, sentencia Rodolfo Hinostroza en el prólogo de su libro. “El cuerpo / La línea de los tiempos / Tu piel entre olores que llevo dentro/ Como música”, escribe Tatiana y uno piensa en el poder de sus imágenes, en cómo con tal precisión nos pone frente a una escena donde imaginamos a su protagonista intacto al caos, a quien le basta respirar para no sentir la soledad porque consigo viaja el otro, su perfume, su voz tocándola aunque a los costados cruce el vértigo, la velocidad de su misterio. “Es tu silencio el aire que preciso”, apunta en otro poema, y no necesita más. “Con una admirable economía de medios, lindante con la epifanía, nos hace visibles las etapas de un camino invisible”, continúa Rodolfo, el eterno, y por supuesto, nosotros, la queremos seguir leyendo.