La patética “clase A” peruana
Realmente decepciona contemplar tanta simpleza, tal insignificancia, incluso necedad –y hasta tontería– de quienes votaron de manera masiva en los comicios de 2016 por los partidos que representan al centro derecha peruano: Apra, Acción Popular, PpK y Fuerza Popular. En conjunto representaron al 72 % de los votos nacionales. Un récord extraordinario para cualquier sociedad libre que apueste por desarrollarse en absoluta democracia y paz. En la primera vuelta hubo un incuestionable empate técnico entre Kuczynski y Keiko Fujimori. Equilibrio que se rompió malamente en el repechaje por manipulaciones nada santas. Como prohibirle sufragar a los militares y policías, so pretexto de una maniobrera orden de inamovilidad. Fue la moneda de pago de Humala a Kuczynski para que, una vez ya en Palacio, PPK le devuelva el favor no levantando alfombras. Pero eso sí, ejecutando proyectos faraónicos e inservibles como Refinería Talara –que va costando US$ 6,500 millones– por los cuales, sin la menor de las dudas, alguien recibirá una enorme tajada.
Volvamos al comienzo. La gente que votó por los candidatos de estas cuatro fuerzas políticas –de centro y derecha– no apostó por un Perú gobernado por la chusma progre marxista que hoy maneja a su antojo nuestra patria. Todo lo opuesto. Su decisión, que fue abrumadora y contundente: asegurarse de que el Perú estuviese en manos de dos sectores políticos de la misma línea –centro/centroderecha– encomendándole a uno de ellos el poder Legislativo y al otro el Ejecutivo. ¡Esa fue la voluntad del 72 por ciento de nuestra ciudadanía, amable lector! No obstante, por bisoñez, conveniencia o sábelo Dios qué otros intereses –inclusive delincuenciales– Kuczynski dinamitó toda cercanía con Fuerza Popular. Evidentemente PPK tenía rabo de paja por su desempeño en el cleptómano régimen toledano. Estigma que, muy probablemente, fuera la razón por la cual Kuczynski llevase de aliados a progre-marxistas como Costa, Belaunde, etc. Para luego, ya instalado en Palacio, entregarse a las fauces del neosocialismo como suerte de póliza de seguro que le permitiese cumplir su lustro de gestión presidencial, y entonces desde allí limpiar sus experiencias pasadas.
Hoy los peruanos vivimos al borde de una revolución traicionera que pretende variar el eje del poder hacia la izquierda velasquista o chavista. Y el culpable directo de esta imperdonable traición –al 72 % de los peruanos– no es otro que Pedro Pablo Kuczynski. Sin embargo lo que verdaderamente ofende de la inmensa mayoría ciudadana –72 %– que votó por Kuczynski es que el comportamiento de esa llamada “clase A” peruana no ha variado, no obstante las nefastas experiencias que ha sufrido a lo largo del tiempo tras ser traicionada por quien votó. ¡O peor todavía, aplaudió! Como ocurrió con el dictador Juan Velasco, por quien los derechones peruanos se deshacían en elogios. Hasta que Velasco se quitó la careta y empezó a expropiarles su patrimonio. ¡Lo mismo puede ocurrirles en esta ocasión! Con mayor razón porque los privilegiados peruanos siguen apostando por el heredero de PPK, argumentando que “es lo único que nos queda”. Una “clase social” no solo reprobable y vergonzosa sino fundamentalmente patética.