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La parasitaria gestión pública peruana

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Fecha Publicación: 09/11/2023 - 22:00
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En cierta ocasión dos compadres deciden poner un negocio, tomando en cuenta que por el pequeño pueblo en el que vivían atravesaba una carretera por donde transitaban muchos vehículos, eligen alquilar en esa vía un local comercial y allí vender sus melones, deciden alquilar un camioncito y van y compran una camionada de melones, lo compran el kilo de melones a S/ 1 sol y deciden llevar sus melones al lugar elegido para venderlos a S/ 1 sol, así comienza su nuevo negocio comprando a S/ 1 sol y vendiendo a S/ 1 sol el kilo de melones, luego de varios viajes acuden a adquirir una nueva camionada de melones, de pronto un compadre le dice al otro, “Oiga mi compadre sospecho que no estamos ganando nada, a lo que el otro le contesta, “tiene usted razón compadre, creo que lo que necesitamos es conseguir un camión más grande”.

Esta narración jocosa nos lleva a la comparación entre el volumen y la calidad de uso que damos a lo que tenemos sean estas posesiones tangibles o intangibles, que hacemos con lo que sabemos, que productividad le damos a lo que tenemos, un botón de muestra de un universo que vale la pena analizar.

La gestión del Estado la llevan adelante los trabajadores del sector público, conformado por personal nombrado, CAS o locadores de servicios, en esta ocasión me enfocaré en el personal de planta o nombrado, con dichos trabajadores estatales existe una patología singular, muchos de ellos en sus inicios al ser contratados ingresan a un trabajo en el Estado y adquieren una valorada disposición, son comprometidos, productivos, eficientes, exhiben virtudes laborales destacadas, su dedicación antes de obtener su anhelado nombramiento los hace trabajadores ejemplares del Estado.

Al convertirse en personal nombrado, gracias a los beneficios que las leyes laborales les conceden se produce una lamentable metamorfosis involutiva, sea por su propia deserción o claudicación de lo que mostraron al inicio de su trabajo, simplemente el hechizo desaparece, lo virtuosos que fueron se extingue, nace una nueva desidia, se vuelven improductivos, burocráticos y ociosos, su nuevo estatus laboral expira su compromiso original, en la “sociedad de los nombrados” hay nuevos códigos, absolutamente incompatibles con la eficiencia y la excelencia laboral, aprenden que para mantenerse en el núcleo privilegiado hay que estar sindicalizado para asegurar el blindaje laboral y gracias a un rendimiento parasitario se homogeneizan contagiados por el patrón conductual colectivo, entre ellos aprenden el arte del maleteo, el chisme, el desgano, la viveza criolla para evitar tareas, responsabilidades o desempeños que atenten contra su confort, algunos abrazando una corruptela para obtener incentivos y beneficios económicos ilegales basados en un aprovechamiento deshonesto terminan oxidando virtudes que lucían con denuedo y buena disposición antes de obtener su ansiada estabilidad laboral, los perjudicados siempre resultan siendo los usuarios de los servicios públicos de las Entidades del Estado, sean Ministerios o Gobiernos Locales y Regionales.
Por supuesto que hay honrosas excepciones entre los servidores públicos, lamentablemente cada vez quedan menos…

He dicho.

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