ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

La otra cara de la Luna

Fecha Publicación: 09/03/2019 - 21:50
Escucha esta nota

Estamos en el primer cuarto del siglo XXI y todavía el tema del “empoderamiento” de la mujer es una bandera que se explaya en manos de los organismos internacionales, países y asociaciones feministas que defienden la “liberación femenina” y “paridad de género” con una agenda, muchas veces perversa, porque hasta incluye el “derecho a abortar”.

Toda esta protesta tiene más de cien años y, si bien se sustenta en los abusos que sufre la mujer por un “machismo” violento, han sido las ideologías materialistas las que han incluido el concepto de la rivalidad entre hombres y mujeres con el famoso concepto de la “guerra de los sexos” y han colocado el ingrediente de la agresividad a las reivindicaciones femeninas.
Se han olvidado que varones y mujeres –si bien tenemos el mismo valor como seres humanos y el deber de respetarnos mutuamente–somos no solo distintos, sino también complementarios, en casi todos los aspectos y características externas e internas. Llamados a ser socios y no rivales, en la familia y en la vida laboral, cultural, política y social.
El acceso a la educación es la mejor herramienta para el verdadero desarrollo profesional de las mujeres, fuera y dentro del hogar. Las tareas propias del mantenimiento de la casa se han facilitado, tanto por el dominio de la tecnología, como por los avances en los conocimientos de la administración de la casa. Así como también por la participación, cada vez mayor, del varón en muchas tareas familiares.

En el ámbito laboral, las mujeres también han avanzado, por su maestría y dedicación, alcanzando un crecimiento exponencial que las ha llevado a ocupar cargos de gran responsabilidad, en los que han añadido un modo de “hacer femenino” que ha humanizado la cultura de las empresas, colocando a la persona en el centro. Aunque todavía hay varones que no comprenden ni aprecian la necesidad de compartir las tareas de gobierno, a todo nivel, con sus pares mujeres.

La llamada “inteligencia emocional”, que ahora se estudia tanto, es sin duda fruto de la presencia de la mujer en el mundo de la academia y de la empresa. La empatía no se aprende mediante el conocimiento, sino mediante el amor que inspira la comprensión y el servicio a los demás, que lo hemos aprendido de nuestras madres. Como bien anota el Papa Francisco: “Dios creo a la mujer para que –hombres y mujeres– supiéramos lo que es el amor de una madre”.

La mujer peruana es particularmente una mujer coraje. Capaz de superar todos los obstáculos, cuando se trata de llegar a los objetivos propuestos. Pero, sobre todo, cuando tiene que sacar adelante a sus hijos mediante un esfuerzo hasta sobrehumano, por darles una profesión, tantas veces sola, sin el apoyo y la ayuda del varón, tantas veces ausente o despreocupado.
El siglo XXI y los que vendrán van a contar con mucha mayor presencia de la mujer, no solo en la esfera privada, sino sobre todo en la pública y a los más altos niveles. Nos esperan tiempos distintos y, como todo lo que se refiere al futuro, impredecibles; pero, sin duda, la mayor influencia de la mujer en las grandes decisiones será como tener la oportunidad de mirar y apreciar “la cara oculta de la Luna”.