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La música del Perú

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Fecha Publicación: 03/07/2025 - 22:10
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Primera entrega:
Voces que dan alma al criollismo

En los años 70, cuando ingresé a trabajar en la disquera Sono Radio como técnico de sonido —y luego como productor— tuve la oportunidad de conocer, grabar y escuchar a muchas de las grandes voces femeninas del repertorio criollo. Entre ellas, figuras legendarias como Jesús Vásquez y Lucha Reyes. Con la primera llegué incluso a trabajar directamente, y a la segunda la escuché con atención en su época de esplendor. Sin embargo, la honestidad obliga: mi memoria no conserva los detalles necesarios para incluirlas con justicia en una evaluación profunda. Por eso, y con respeto, dejo sus nombres fuera de esta nota.
Durante ese tiempo tuve la suerte de conocer y gozar de la amistad de don Mario Cavagnaro, don Augusto Polo Campos y don Óscar Avilés. Ellos me enseñaron y me llevaron de la mano a descubrir los secretos, las formas y los sentimientos que encierra la música costeña de raíz tradicional. Fue gracias a ellos que aprendí a valorar, desde dentro, lo que hay detrás de cada vals, marinera o polka que suena a barrio, a callejón y a historia compartida.
Hoy quiero referirme a cuatro artistas que sí han quedado grabadas en mi recuerdo con total claridad. No es un ranking, ni una competencia. Es, simplemente, un testimonio profesional —y afectivo— sobre cuatro voces que, a mi juicio, le han dado alma, fuerza y permanencia al criollismo: Cecilia Bracamonte, Eva Ayllón, Tania Libertad y Mayra Guzmán.
Eva Ayllón es una artista integral. No solo canta, interpreta. Sabe cómo entrarle a una canción, cómo construir su emoción y cómo poner al público de su lado. Tiene el carácter de un músico profesional —de los buenos—, la fuerza de una intérprete experimentada y la seguridad de quien conoce su oficio. Afinada, rítmica y versátil, Eva representa a la cantante que transforma cualquier escenario en su casa.
Tania Libertad, en cambio, tiene una dulzura especial. Su canto es suave, pero con carácter. Transmite con honestidad, conecta desde lo emocional y siempre deja algo flotando en el ambiente. Escucharla es un ejercicio de sintonía con la belleza simple, con el decir bien dicho.
Entre las voces más jóvenes, Mayra Guzmán destaca como una revelación. Tiene todo: afinación precisa, gracia escénica y una entrega total al repertorio que interpreta. La escuché por primera vez gracias a Augusto Polo Campos, y desde entonces no ha hecho más que confirmar lo que ya era evidente: es una artista con presente y mucho futuro.
Y luego está Cecilia. Cecilia Bracamonte. Una intérprete de las que ya no se fabrican. Cada vez que la escucho, me sorprende de nuevo. A sus 75 años está en el pico más alto de su carrera. Canta con una precisión quirúrgica, una sensibilidad que abruma y una elegancia natural. Verla en escena es asistir a una clase maestra de frescura y pasión por el arte de interpretar.
Estas cuatro voces, diferentes entre sí, comparten una misma raíz: el amor profundo por lo nuestro. Son testimonio viviente de que el criollismo no solo resiste el paso del tiempo, sino que sigue floreciendo en cada generación.

Por Ricardo Ghibellini

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