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La muerte de San Román

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Fecha Publicación: 12/07/2025 - 21:30
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El 24 de octubre de 1862 don Ramón Castilla debía terminar su presidencia y, practicadas las elecciones, fue proclamado su sucesor el gran mariscal Miguel San Román Meza. El nuevo mandatario había nacido en Puno en 1802. Era nieto de un brigadier del rey y su padre fue el coronel Pascual San Román, partidario de la independencia que cayó prisionero luego del combate de Umachiri (1815) y fue fusilado en presencia de su hijo.
Luego de la batalla de Ayacucho San Román participo en las luchas entre caudillos al lado de Gamarra donde se destacó como un hábil jefe en la organización de los ejércitos. Con el paso del tiempo se convirtió en la mano derecha del general Castilla con quien mantuvo una larga amistad, no exenta de distanciamientos. Se enfrento a Juan Manuel del Mar, liberal y jefe de la masonería, en la contienda presidencial resultando vencedor para el periodo 1862-1866, en tanto que para el mismo periodo fueron elegidos en la primera vicepresidencia el vivanquista Juan Antonio Pezet y en la segunda vicepresidencia el castillista Pedro Diez Canseco.
Para asumir el mando en Lima, San Román partió de Puno y se detuvo en Arequipa donde tuvo un gran recibimiento. En la cuidad era obispo Bartolomé Herrera con el que no habían coincidido en ideas. El prelado representaba el sector “clerical” de conservatismo mientras que el mariscal tenía una posición “nacionalista” dentro del conservatismo peruano. Tuvieron una larga y franca conferencia luego de la cual el jefe de la república dijo: “Jamás había tenido ocasión de tratar de cerca de don Bartolomé, antes de ahora, y veo que es enteramente distinto de lo que me habían hecho pensar de él. Todo es tratarlo y quererlo”. Antes de partir el mariscal volvió a visitar a monseñor Herrera y, en público, se puso de rodillas ante él diciéndole: “Dígnese darme su bendición para que Dios me ayude en el desempeño del alto cargo, que me ha encomendado la Nación”. La noticia de este geste piadoso conmovió a un pueblo tan religioso como el peruano.
San Roman juro su cargo y nombró al conservador Jose Gregorio Paz Soldán como su primer ministro, pero, al poco tiempo, a inicios de 1863 se supo que el mandatario requería reposo en Chorrillos porque estaba enfermo. El 30 de marzo la salud del presidente se agravó y su amigo, el general Castilla, le tuvo que informar su delicada situación para que el enfermo se pudiera preparar. El presidente hizo un sereno examen de conciencia porque había un asunto que lo inquietaba mucho; su antigua adscripción a la masonería de la que había sido gran maestre en 1851. Arrepentido convocó a fray Pedro Gual para obtener la absolución por este pecado y firmó una solemne retractación que entrego al fraile franciscano para que se hiciera pública a su fallecimiento como efectivamente se hizo.
Mientras se daba la comunión al ilustre doliente ocurrió una escena que merece referirse, el gobernante: “…había mandado llamar a la general Castilla quien llego en los supremos momentos. El general Castilla manifestaba estar conmovido, y parecía dominarse... Hubo pues un momento en que se encontraron bajo un mismo techo los generales Castilla, Echenique y San Román... Todos ellos estaban taciturnos y sombríos… El destino los ha hecho comparecer ante la divinidad y cambiar una mirada, tal vez de conciliación, alrededor del lecho de un moribundo”
Miguel de San Román falleció el 3 de abril de 1863. El Estado, pero sobre todo la Iglesia peruana, le rindieron los más grandes honores que ha recibido un presidente, tanto por haber sido un gobernante que busco la concordia nacional como por ser el hijo prodigo que se arrepintió públicamente de sus errores y quiso volver en gracia a la casa del Padre.

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