La moral pública al revés
Increíble ver conductores de televisión, periodistas, políticos y funcionarios públicos rasgarse las vestiduras por la extraña denuncia de acoso supuestamente demostrada por una conversación de WhatsApp tan invalidada por el borroneo que los tiempos de las preguntas y respuestas no coinciden.
La denuncia formal por la víctima, quien hace la llamada a las 12:28 a.m. al supuesto acosador “a quien llama amigo”, esperó dos meses para ser presentada ante el mismo presidente del Congreso, y siendo periodista no aporta hechos nuevos o anteriores.
Si no era para darle la noticia de un golpe de Estado o que se requería que el congresista estuviera a las 6 a.m. en una entrevista periodística u otro caso de urgencia, no encontramos otra razón para la llamada de una mujer a un amigo casado pasada la medianoche, con lo cual no pretendemos cuestionar a la denunciante, sino poner las cosas en su lugar.
Si en verdad el congresista entendió erróneamente la llamada de medianoche y tuvo una conversación tan impropia de un hombre casado con una amiga, demostraría una amistad de singular confianza y desde luego una defraudadora actitud moral de su matrimonio; y si la amiga nunca dio lugar a ese nivel de confianza revelaría también falta de respeto y abuso de confianza; pero tipificar esto como delito de acoso sexual es simplemente un disparate, aun cuando se postule como único acto de acoso.
Lo más absurdo es ver a tantos “líderes de opinión” que santiguan y en su imaginación han convertido en derechos toda forma de perversión sexual y moral, rasgarse las vestiduras por este supuesto acoso que sindican como delito que merece el desafuero y el apedreamiento público del autor.
Lo cierto es que una maquinaria de poder plasmado a través de la prensa busca deshacerse del incómodo congresista, quien en lugar de ser victimario de acoso sexual en verdad se ha convertido en víctima de acoso político.
El rostro vilipendiado del congresista Yonhy Lescano en portadas de casi todos los medios con titulares difamatorios e injuriantes ha sido la forma más deleznable usada por este gobierno para acallar la indignación popular de ver al presidente Vizcarra y a su corte virreinal en España sellar con champán sus grandes negocios contra la Patria, mientras los peruanos estamos tratando de flotar sobre huaicos y sobrevivir a la corrupción de su gestión.