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La marroquidad del Sáhara Occidental y su legitimación universal

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Fecha Publicación: 02/11/2024 - 20:40
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Cada vez más países del mundo reconocen la soberanía del reino de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, el territorio mayoritariamente desértico del norte de África, adyacente al Atlántico, que pertenece a la monarquía alauita desde tiempos remotos. En efecto, las decisiones políticas y unilaterales de la mayoría de los países de la Organización de las Naciones Unidas, el foro político de dimensión global surgido tras la Segunda Guerra Mundial, que expresan este reconocimiento, no hacen sino confirmar esta relación binominal arraigada en el proceso histórico y cuya existencia es atemporal. Es decir, dicha relación no depende de actos jurídicos ni políticos muchas veces determinados por el capricho de las fechas, sino de una construcción progresiva a lo largo del tiempo, al mismo ritmo con el que fue desarrollándose la sociedad meridional marroquí. Esta sociedad, diversa pero firmemente determinada en su espacio físico o territorial, se denomina a sí misma el Sáhara Occidental.
Lo que están haciendo los Estados —el reciente viaje del presidente de Francia a Rabat es un respaldo a esa interpretación histórica— es un reconocimiento político, pero también de iure, de la soberanía de Marruecos sobre su Sáhara. Esto significa que el creciente consenso mundial reconoce la ancestralidad de las tribus saharauis en su vínculo con Marruecos, ratificando la conexión fáctica e inmemorial de los saharauis con el reino, en una aceptación fundamental de una voluntad social sui generis, a través de cuyo imaginario colectivo se sienten parte de un todo: la denominada integridad territorial marroquí a la que pertenecen, tanto en la forma como en el fondo.
Esta es la “marroquidad”, definida como la relación intrínseca o vinculación histórica y geográfica del Sáhara Occidental y sus poblaciones al reino de Marruecos. La marroquidad es, por lo tanto, el sello de la fuerte identidad de las poblaciones saharauis con la gran nación marroquí. Debido a este fenómeno de construcción en el tiempo, no es posible desligar ni dividir la marroquidad saharaui de Marruecos como Estado, porque hacerlo equivaldría a separarlos de la integridad territorial del reino al que pertenecen, de su pasado y su presente, y del arraigo dominado por esta psique de pertenencia.
Es importante resaltar que un elemento fundamental y de fondo para la marroquidad es la voluntad saharaui de reconocerse como parte de Marruecos, y esta realidad se mantiene inmutable a través del tiempo. Una confirmación de lo anterior es que la inmensa mayoría del pueblo saharaui vive en Marruecos, su patria, y hasta aquellos que se encuentran retenidos en los campamentos de Tinduf en Argelia buscan, a cualquier precio, su liberación para reincorporarse a Marruecos junto a las demás tribus, participando activamente en la vida nacional marroquí y aceptando la propuesta de autonomía que Marruecos presentó ante la ONU, considerada seria, realista y creíble.
Finalmente, la marroquidad del Sáhara, que ya goza de legitimación universal, es la mayor evidencia de la inexistencia de la denominada terra nullius, como bien señaló la Corte Internacional de Justicia en su opinión consultiva de octubre de 1975. Es decir, el Sáhara no es tierra de nadie, sino tierra de Marruecos. Esta realidad indiscutible fue destacada por la denominada Marcha Verde, el acontecimiento impulsado por el rey Hassan II y su pueblo, que hizo realidad la referida vinculación intrínseca de Marruecos con su Sáhara, correctamente denominado Sáhara marroquí.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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