La maldición de los recursos naturales

Conocida como la “maldición de los recursos naturales” o Dutch Disease (mal holandés), esta paradoja describe los efectos negativos que un boom de recursos naturales puede generar en la economía de un país. Acuñada en los años 80, haciendo referencia a la situación en los Países Bajos durante los años 60, cuando el descubrimiento de vastas reservas de gas natural en el Mar del Norte desató una serie de eventos que, lejos de ser una bendición, afectaron gravemente su economía.
En ese momento, la explotación del gas natural llevó a una fuerte entrada de divisas extranjeras, lo que inicialmente fue visto como un motor de crecimiento económico. Sin embargo, este súbito fortalecimiento de la moneda local encareció las exportaciones de otros sectores, como la manufactura y la agricultura, quitándoles competitividad en los mercados internacionales. Como resultado, la economía holandesa se volvió peligrosamente dependiente de su sector energético, relegando a otros sectores productivos.
Este fenómeno ocurre cuando un país exporta grandes cantidades de recursos naturales, lo que incrementa el valor de su moneda. Aunque puede parecer algo positivo, ese fortalecimiento provoca que los productos nacionales se vuelvan más costosos en el exterior, lo que dificulta su exportación. Esto genera un círculo vicioso: sectores como la agricultura, la industria manufacturera y el turismo enfrentan una reducción en inversiones, mayores costos de producción y demanda de salarios más altos, propiciando su paulatino declive. Así, el crecimiento basado en recursos naturales que, al principio, parece una bendición, puede transformarse en una trampa que perjudica el desarrollo económico y social.
La “maldición de los recursos naturales” fue ampliamente desarrollada por el economista Richard Auty en su obra Sustaining Development in Mineral Economies: The Resource Curse Thesis (1993). Auty expone la inquietante teoría de que los países ricos en recursos naturales suelen experimentar un crecimiento económico más lento y desigual que aquellos que carecen de estos recursos. Este fenómeno no solo afecta la economía, sino que también genera dependencia en una única fuente de ingresos, fomenta la corrupción, la inestabilidad política y, a largo plazo, entorpece el desarrollo sostenible.
Aunque la teoría de la “maldición” fue formalmente reconocida en el siglo XX, sus efectos ya se habían manifestado en la historia. Durante la época colonial, el Virreinato del Perú basó su economía en la extracción de oro y plata, creando una dependencia casi exclusiva de estos minerales. Posteriormente, en la República, se sumaron otros recursos como el guano de las islas, el caucho, la pesca y los hidrocarburos. Aunque estas industrias impulsaron el desarrollo económico de ciertos grupos, no lograron beneficiar a las poblaciones locales, generando profundas brechas de desigualdad, resentimiento y conflictos sociales que perduran hasta hoy.
La “maldición” de los recursos no es una condena irreversible, pero superarla implica un gran reto. Para mitigar sus efectos, se requiere una gobernanza efectiva basada en principios de autoridad y estabilidad jurídica. Es esencial contar con un marco legal sólido que garantice seguridad y transparencia, promoviendo instituciones fuertes que eviten la corrupción. Además, es clave una planificación económica diversificada que no dependa exclusivamente de un solo sector, invirtiendo en áreas como la educación, la salud y la infraestructura, con una visión a largo plazo que apueste por el desarrollo sostenible.
El verdadero desafío para los países ricos en recursos naturales es evitar poner “todos los huevos en una misma canasta”. Diversificar la economía, fortalecer las instituciones y promover el desarrollo equitativo son las claves para evitar que una aparente bendición se convierta en una trampa para el progreso.
*Abogado, docente universitario, consultor legal

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