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La mala costumbre ideológica de santificar el pasado

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Fecha Publicación: 10/11/2022 - 23:00
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Los peruanos tenemos la mala costumbre ideológica de santificar el pasado. En determinadas tendencias ideológicas, en el afán de buscar justificativos para interpelar la cultura y el pensamiento proveniente de Occidente, se tiende a sacralizar todo lo anterior a la etapa colonial, estableciendo una irreal e irracional división y confrontación entre la forma de vida y relaciones humanas antes de la llegada de los conquistadores españoles y lo acontecido posteriormente; es decir, se expone una falsa dicotomía entre el supuesto paraíso vigente durante el imperio incaico y el subsecuente infierno materializado a partir de 1533.

Los conceptos absolutos, que prescinden de las relatividades, suelen parecerse mucho a las medias verdades, las mismas que solo tienden a distorsionar la historia y no contribuyen en la tarea de construir una historia nacional veraz que nos permita aprender del pasado, relievando sus acontecimientos positivos y generando reflexiones profundas respecto a los aspectos negativos de la misma, precisamente para que no se repitan en adelante.

La llegada de los españoles no fue ni buena ni mala. Se trata de un acontecimiento que se replicó en todo el mundo porque precisamente el género humano se caracterizó por los constantes procesos migratorios experimentados, en búsqueda de mejores condiciones de vida, así como también en el afán de conquistar otros espacios donde interactuar transmitiendo conocimientos, al tiempo de asimilar la valiosa sabiduría de tus anfitriones.

Los que llegaron lo hicieron exponiendo sus virtudes y defectos, y los que los recibieron nunca ocultaron sus limitaciones y potencialidades. Precisamente los sincretismos culturales son el resultado del encuentro y combinación del aporte de ambas partes, las celebraciones religiosas y paganas son fiel testimonio de esa mezcla.

Es evidente que la instalación de la colonia, con el establecimiento del poder político concentrado en la corona española y la delegación de la soberanía en los virreinatos en el territorio americano, generó una estratificación social, ubicando a los españoles peninsulares en condición de ciudadanos de primera con derechos plenos, por encima de los criollos, mestizos, indios y negros (esclavos), en ese orden, que la mita, la encomienda y otros sistemas de explotación, consolidaron un sistema de abuso, discriminación, violación de los derechos humanos por parte de los advenedizos en contra de los indios y los negros, cuyos derechos fueron reducidos a la mínima expresión, que el afán de expoliación de nuestros recursos mineralógicos fue más importante para ellos, que el pretexto de difundir la religión cristiana. Que la angurria de los reyes de España determinaba sacar cuanta riqueza sea posible para potenciarse económicamente a costa de miles de vidas perdidas al interior de la mina. Sin embargo, también es cierto que el imperio incaico no se construyó sobre la base del consenso entre los pueblos, sino a través de la invasión de unos a otros, del exterminio y el genocidio. No se puede ocultar que la estructura de poder durante el Tahuantinsuyo se basó en una relación absolutamente vertical, que el Inca era un monarca intocable frente a los demás, con potestades para disponer de la vida de las personas por voluntad soberana, que Atahualpa al igual que los reyes occidentales tenía su corte, su harén versión andina, que el sistema penal punitivo era tan inhumano y expone un ordenamiento jurídico impuesto por el Inca para normar la convivencia colectiva. En lo referente a las Guacas, que constituían templos sagrados, donde mujeres o doncellas vírgenes eran ofrecidas en sacrificio y otras tantas eran para uso exclusivo del Inca. Sin olvidar el antecedente de que fue Atahualpa el que hizo asesinar a su hermano Huáscar, y que el dominio español se consolidó con la colaboración o complicidad masiva de los propios indios.

Entonces, resulta importante y necesario indagar nuestra historia sin apasionamiento ni preconceptos determinados, influenciados por una determinada ideología que de antemano pretende condicionar nuestra forma de ver, o santificar, el pasado.

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