La magia del apotegma jurídico
Un apotegma jurídico es una frase breve que encapsula un principio general de derecho o una verdad reconocida en el ámbito legal. Su valor radica en la capacidad de sintetizar normas o conceptos complejos en términos simples, memorables y efectivos, facilitando su comprensión y aplicación.
En nada nos sorprende que los juristas romanos, como Gayo y Ulpiano, comenzaran a utilizar apotegmas para simplificar los principios del derecho. Muchos de estos aforismos fueron recopilados en el Corpus Iuris Civilis del emperador Justiniano en el siglo VI, una obra que consolidó el conocimiento jurídico de la época. Durante la Edad Media, los teólogos y juristas también recurrieron a esta herramienta para resumir las reglas del derecho natural y moral. Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica (1265-1274), utilizó apotegmas para transmitir la esencia de las normas divinas aplicables tanto a gobernantes como a sus súbditos, facilitando su comprensión entre la sociedad de su tiempo.
Con la Ilustración (siglos XVII y XVIII) y el desarrollo de los sistemas jurídicos modernos, los apotegmas evolucionaron. Montesquieu, en su obra El espíritu de las leyes (1748), empleó principios fundamentales del derecho moderno en frases breves y directas, lo que permitió que sus ideas fueran accesibles y comprensibles para un público más amplio.
A menudo, estos apotegmas son denominados erróneamente “máximas jurídicas”, aunque existe una sutil distinción. Los apotegmas tienen un propósito orientador, una esencia más subjetiva y no dependen de la relevancia de su autor. En cambio, las máximas jurídicas son principios establecidos por grandes pensadores y juristas, con una intención más generalizada y universal. Dicho de otro modo, los apotegmas pueden surgir de situaciones específicas o reflexiones personales, mientras que las máximas tienden a tener un alcance más amplio y atemporal.
Algunos ejemplos clásicos de apotegmas jurídicos siguen siendo utilizados hoy en día: “Ignorantia legis non excusat” (la ignorancia de la ley no excusa su incumplimiento), principio fundamental que sigue vigente en la mayoría de las jurisdicciones del mundo; “In dubio pro reo” (en caso de duda, se debe favorecer al acusado), relacionado con la presunción de inocencia y que, en el Perú, está consagrado expresamente en el artículo 139, inciso 11, de la Constitución Política de 1993; y “Pacta sunt servanda” (los acuerdos deben ser cumplidos), aplicado a la teoría y práctica contractual para propiciar seguridad jurídica y buena fe.
Los apotegmas ilustran la aplicación del derecho en casos concretos y brindan una base sólida para la coherencia en la argumentación jurídica. Al hacerlo, acercan el derecho a la realidad cotidiana y permiten que los principios abstractos se conecten con las decisiones prácticas. En este sentido, los apotegmas contribuyen a equilibrar las aspiraciones de justicia con la equidad, revelando la sabiduría y la profundidad del derecho.
Como bien nos indica José Carlos Mariátegui en su obra Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana (1928), el derecho no es solo una técnica, es también una obra de justicia y de cultura. Los apotegmas, cual magia, condensan en breves frases la sabiduría jurídica acumulada, aterrizan los principios a casos concretos, y nos recuerdan que lo justo y lo correcto, en última instancia, deben coincidir.
(*) Abogado, docente universitario, consultor legal
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