La mafia, el desgobierno y el caos
La corrupción, la pobreza, la injusticia y hasta la indiferencia nos provoca indignación, impotencia y horas de lucha multimodal para intentar revertir y atenuar estos males crónicos enquistados en nuestra sociedad. Sin embargo, si solo mostramos rechazo por lo que nos conviene, nos afecta o interesa, en realidad caemos en el juego de convivencia hipócrita arropado de doble moral, síndrome social que agudiza aún más nuestros males y contradicciones.
Quienes intentamos realizar el notable esfuerzo de evaluar sin apasionamiento el discurrir de la corrupción en la historia, buscamos evitar presentar un relato de una guerra fratricida entre “buenos” y “malos” y, por lo tanto, caer en la tentación de trazar una línea divisoria imaginaria para indiscriminadamente –bajo la influencia de nuestras percepciones– colocar a los que están a favor o en contra de nuestra causa, y encasillar a los “culpables”, por este lado, y los “inocentes”, por otro.
Lamentablemente, la mayoría de actores que generan incidencia en la opinión pública caen en este pernicioso juego. Así, líderes políticos y de opinión despliegan a través de los medios de comunicación una irresponsable “guerra santa” por intentar crucificar, sin juicio previo, a sus principales enemigos o a quienes se atreven a cuestionar sus intereses personales o de grupo.
Esta actitud matonesca, cuasi tribal, de atacar peyorativamente a todo lo que se mueva contra el grupo o sus intereses, lo único que lacera es la debilitada institucionalidad, única garantía para la reconstrucción integral de nuestra sociedad, maniatada hoy por mafias que alientan esta guerra sin cuartel, porque se protegen y alimentan del caos, el desgobierno y la impunidad.
Hemos llegado a una etapa en la que sojuzgamos hasta los principios básicos de justicia como la defensa del “debido proceso” o la “presunción de inocencia”, palabras que se han prostituido al punto de denotar “blindaje” a la corrupción.
Una vez más, exhortamos a la clase política y dirigente, a los representantes de la academia y medios de comunicación a no caer en el facilismo de avasallar instituciones y de quienes la representan, sino más bien a promover consensos para fortalecerlas, en el marco de una genuina lucha contra la corrupción a todo nivel.
De lo contrario, abonaremos como sociedad a tener siempre una doble moral, un doble resero del cual se sirven los corruptos y sus más proclives aliados. La reforma de las instituciones es un tema pendiente, para lo cual necesitamos sacarnos las lentillas sectarias y tragarnos nuestras animadversiones. Sin consensos institucionales, no vamos ni a la esquina y nos quedamos sentados, lamiéndonos maniqueamente nuestras heridas.
José Luis Patiño V.
Puedes encontrar más contenido como este siguiéndonos en nuestras redes sociales de Facebook y Twitter.