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La Libertad como sentido de Independencia

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Fecha Publicación: 27/07/2025 - 20:50
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Perú celebra su independencia, momento fundacional que afirmó nuestra identidad y autogobierno para vivir en libertad. Pero en tiempos de interdependencia global, la independencia sin libertad no tiene sentido.
Las amenazas globales a la libertad ya no provienen de ejércitos, sino de estructuras internacionales que desdibujan el orden liberal y democrático.
La Organización de Naciones Unidas, creada en 1945 en respuesta al horror de la Segunda Guerra Mundial, tuvo como misión preservar la paz, proteger los derechos humanos, defender la libertad y el respeto entre los pueblos. Su carta fundacional reconoce la dignidad del ser humano como centro del orden internacional, fundamento debilitado con agendas globales alejadas de los pilares institucionales, simbolizando un desplazamiento ideológico.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), propusieron en 2015 erradicar la pobreza, reducir desigualdades y proteger el medio ambiente, metas loables. Pero omitieron la “libertad”, “familia” y “propiedad privada” como graves exclusiones.
El orden fundado en libertades individuales, responsabilidad personal y soberanía nacional se ha transformado en un modelo tecnocrático centralizado, donde los fines comunes justifican mecanismos de intervención sobre personas, comunidades y Estados sin anclaje en valores o derechos fundamentales.
Este giro coincide con otra transformación: pérdida de legitimidad moral en el sistema multilateral. Según informes de The Economist Intelligence sobre democracia, el 36 % de los Estados son gobiernos abiertamente autoritarios, y 22 % muestra signos de autocratización o violaciones de derechos humanos. Quiere decir que más de la mitad de los votos en la Asamblea General están en manos de regímenes que contradicen los valores que la ONU afirma defender.
El voto mayoritario en la ONU hoy representa a gobiernos que capturan y someten la voluntad de sus pueblos. Bajo el pretexto de la soberanía, estos Estados se protegen mutuamente votando en bloque para frenar sanciones, impedir investigaciones, bloqueando resoluciones que deberían defender los derechos humanos. Se blindan casos como Siria, Venezuela, Irán o incluso Rusia, con aritmética sin ética.
El lenguaje ambiguo de los ODS resulta funcional al autoritarismo, convirtiendo principios que apelan a la libertad en mecanismos de manipulación y control. Ello instaura un nuevo consenso burocrático, donde el individuo ya no es sujeto de derecho, sino objeto de planificación técnica. La diversidad cultural es tolerada si no cuestiona los dogmas multilaterales.
Pensar la libertad y la independencia implica preguntarnos: ¿de qué sirve la independencia si el orden global no defiende los valores que nos hicieron libres? ¿Podemos hablar de soberanía, si las instituciones internacionales que influyen sobre decisiones políticas, económicas o culturales son capturadas por gobiernos que censuran, persiguen y violan los derechos humanos?
No se trata de destruir la ONU o rechazar el desarrollo sostenible. Se trata de recordar que el desarrollo solo es auténtico si está al servicio de la libertad. Que la familia, propiedad y la conciencia individual no son obstáculos al progreso, sino condiciones fundamentales. Que una comunidad internacional que tolera el autoritarismo mientras instala paneles solares no salva al planeta: renuncia a su esencia.
La libertad es más que una consigna: es el principio y promesa que da sentido a la independencia. Para defender la soberanía como país, debemos exigir respeto a la libertad como fundamento institucional del orden mundial. De lo contrario, nuestra independencia perderá su esencia, dejando de ser un compromiso por la dignidad humana.

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