La legitimación de los pretextos para las guerras
El pretexto es la forma más fácil para iniciar una guerra. Lo vimos en el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero de la corona del imperio austrohúngaro, y de su esposa, la duquesa Sofía Chotek, en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, por un miembro de la temida Mano Negra, el serbobosnio Gavrilo Princip, en 1914, dando inicio a la Primera Guerra Mundial (1914-1919).
También pasó con el hundimiento del trasatlántico Lusitania, frente a las costas de Irlanda, el 7 de mayo de 1915, que llevó a los Estados Unidos de América a ingresar en la guerra de 1914, al constituir uno de los mayores atentados a un buque en plena guerra mundial.
En el inicio del siglo XXI, luego del atentado del 11-S en el 2001 por Al Qaeda y de que Washington actuara en legítima defensa invadiendo Afganistán, consiguiendo derrocar a los Talibán que gobernaban el país, dos años después, en 2003, aduciendo armas químicas por el régimen iraquí del sunita, Sadam Hussein, que por cierto nunca fue demostrado –sonado Informe Tenet, que llevaría a la dimisión del propio jefe de la CIA–, la Casa Blanca ya había dispuesto la invasión de Irak el año anterior, y últimamente, Rusia bajo el pretexto de que el inminente ingreso de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que nunca se produjo, representaba una amenaza a su seguridad, también terminó invadiendo a su vecino en una guerra que el pasado 24 de febrero cumplió dos años.
Así, entonces, no deberíamos descartar que el reciente atentado en las afueras de Moscú, que ha golpeado a Vladimir Putin y a la ciudadanía rusa, hay que decirlo, sirva a Moscú como pretexto para llevar adelante una guerra más extendida, conforme lo dejara entrever hace pocos días el propio Putin.
Las decenas de muertos moscovitas abre un abanico de posibilidades para que Rusia decida reacciones militares a escala que seguramente no podía llevarlas adelante por no haber encontrado el contexto que ahora parece más que idóneo, producto de las circunstancias.
Recordemos que Putin hace pocos días hablaba a la prensa de su país y a los periodistas del mundo, que la posibilidad de una tercera guerra mundial no se puede descartar.
Si a Moscú le costaba hallar los presupuestos para acometerla, ahora los más de 143 muertos –ese es el número de asesinados al cierre de esta columna–, que han enlutado a todo Rusia, podrían ser razón suficiente para ejecutar los planeas que el Kremlin pudiera haber proyectado.
Todo es posible y sin que pretendiera crear alarmas ni concluir afirmaciones a priori, lo que ahora asoma es el riesgoso escenario de la legitimación del pretexto –una posibilidad siempre presente en la teoría del conflicto–, para que pudiera desatarse una guerra de nivel planetario.
No nos confiemos y, en cambio, seamos prevenidos y contingentes, mirando los aspectos de seguridad y defensa mundial desde nuestras posiciones nacionales. ¡Cuidado con eso!
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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