La inevitable bukelización de la política latinoamericana
El mayor problema que enfrentan el Perú y Latinoamérica en general, es la expansión y consolidación del crimen organizado internacional; fenómeno alimentado por la corrupción, la falta de estabilidad política y de seguridad jurídica que afecta a la mayoría de países de la región.
Los recientes sucesos en Ecuador, que se ha convertido en el principal puerto de salida del narcotráfico en la región andina, son la muestra clara de que, para enfrentar este mal, son necesarias acciones multilaterales, que estén por encima de las diferencias personales e ideológicas de los distintos mandatarios.
El crimen organizado internacional lo constituyen distintas especies de multinacionales millonarias dedicadas a diversas actividades ilícitas, con posibilidades de ascenso social dentro de una estructura de conducta desviada (violenta), que en muchos casos controla territorio. Su organización, administración, logística, medios de comunicación y ejecución de distintas acciones funciona casi a la perfección, y es algo que no se ve afectado por el confinamiento tradicional.
Las prisiones, como están pensadas, no sirven, principalmente porque las autoridades prácticamente no tienen control dentro de ellas: el crimen organizado sigue operando desde los centros penitenciarios. Esa es una de las razones por las que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, como parte de su estrategia para enfrentar al crimen organizado que tenía sometido a su país, se preocupó por reformar el sistema penitenciario, volviéndolo mucho más punitivo.
Lo que ha pasado en Ecuador nos ha conmocionado, pero no es nuevo en la región. Además del problema de los Maras en el Salvador, el mundo también recuerda el terrorismo de Pablo Escobar, quien incluso logró ser elegido diputado por Colombia, marcando un hito en el siglo XX; México, es otro de los países que enfrenta una crisis nefasta, debido a la presencia de distintos cárteles del narcotráfico que han penetrado en su misma estructura estatal.
La corrupción institucionalizada, la falta de estabilidad política y de seguridad jurídica de la región viene contribuyendo a que este mal no pare de hacer metástasis en todos nuestros países, los que lamentablemente se han ido volviendo cada vez más violentos.
Las extorsiones se han incrementado considerablemente, los secuestros también han aumentado, la trata de personas es un problema que ya se manifiesta en las puertas de nuestras casas, los asesinatos se realizan en cualquier lugar y todos los días.
Es por eso que el Ecuador apoyará las medidas que viene tomando su presidente, y es por eso que en el Perú se pide una Bukelización para enfrentar al crimen. El formato que ha establecido Bukele se muestra como funcional, pragmático, eficiente y eficaz, y es muy probable que traiga resultados similares en el resto de países de la región.
Sin embargo, se debe considerar que aún estamos viendo el proceso y que dependerá de los resultados a largo plazo para determinar si realmente se encontró una solución al problema. El hecho concreto es que el formato Bukele plantea una propuesta frente a la impasibilidad de las respuestas estatales de los últimos años. Ante el caos: orden. Es lo que siempre ha pasado, solo que antes era de la mano de gobiernos militares.
Esperemos que este formato no sea mal utilizado por los poderes de turno, pues sería más de lo mismo. Dadas las circunstancias, se puede asumir que en la región empezarán a aparecer líderes con perfiles similares al de Bukele, que planteen una reorganización radical de sus países, a partir de la imposición de la autoridad estatal.
A pesar de esto, enfrentar al crimen organizado, que cuenta con recursos casi ilimitados, soldados dispuestos a dar sus vidas, y vías de comunicación por las que pueden evadir a las autoridades, principalmente cuando son fácilmente corruptibles, obliga a que los mecanismos de acción contra ellos sean coordinados multilateralmente.
¿Qué puede hacer el gobierno de Boluarte? Lo tiene difícil, la debilidad de su gestión implica que no cuenta con una base social ni bancada parlamentaria que la respalde en sus iniciativas, por lo que su gestión siempre se verá sometida a lo que requieran sus “aliados”; quienes muy probablemente estén esperando ser ellos, no “otros”, quienes salven al Perú Bukelizándolo.
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