La hora final (I)
En el catálogo de Netflix hay muy pocas películas peruanas que merezcan un comentario extenso (en general, casi no hay películas peruanas en Netflix). Uno de los pocos largometrajes que todos deberíamos aprovechar para ver durante esta larga cuarentena es La hora final, de Eduardo Mendoza de Echave, estrenada en 2017, y que tuvo gran recepción de crítica y público por aquellas épocas.
La historia es simple en apariencia, pero posee una notable profundidad. Pese a tener continuos ataques de asma, Carlos Zambrano, el protagonista, está fumando todo el tiempo. Es un ser que vive entre dos mundos. El primero está colmado por su mayor anhelo, el cual no se ha realizado aún y es tan etéreo como el humo de los cigarrillos que enciende con la llama de una vela o el fuego de una hornilla. La otra parte de su vida (lo concreto) no es para nada favorable: su matrimonio se ha disuelto y, además, está próximo a perder de vista a su hijo. No puede transitar en ambas realidades sin que una de ellas termine siendo perjudicada. Es miembro del Grupo de Inteligencia del Perú (GEIN) y su prioridad es capturar a Abimael Guzmán.
La hora final cuenta la historia de esta célebre unidad policial que tuvo como objetivo atrapar al principal líder de Sendero Luminoso, tarea que se vio cumplida un 12 de septiembre de 1992 tras la exitosa Operación Victoria.
Por la multitud de enfoques que ha tomado el cine o la literatura para diseccionar un tema tan manido como es el terrorismo en nuestro país, a estas alturas es difícil ofrecer una nueva perspectiva que impacte en el espectador. Que una película afronte este tema es desde ya todo un desafío. Los materiales son abundantes y delicados, y la mala combinación de estos puede otorgarnos una cinta olvidable o simplemente tendenciosa. La película dirigida por Eduardo Mendoza de Echave ha vencido el reto. No es soberbia, pero es más que aceptable. Yo recuerdo haber salido del cine con ganas de fumar y muy conmovido.
Desde la primera vez que observamos el escritorio al que se sienta Bernales, agente a cargo del GEIN, podemos notar un tablero de ajedrez en el extremo derecho. A partir de ahí la película declara sus intenciones narrativas: va a contar una historia que estuvo marcada por la estrategia (que es lo que fue finalmente la «captura del siglo») y lo va a hacer tomándose todo el tiempo que sea necesario.