La hora del lagarto
La reciente condena de cinco meses de prisión preventiva contra el expresidente Martín Vizcarra por una investigación de corrupción ha conmocionado al país. Esta medida se da en el marco de una denuncia que data de su época como gobernador regional de Moquegua, y parece haber pruebas comprometedoras que podrían derivar en una sentencia firme antes de fin de año.
El legado presidencial de Vizcarra es innegable; para muchos, es el político peruano más influyente de la era reciente. Su ascenso al poder fue maquiavélico: traicionó a Pedro Pablo Kuczynski, aliado con el fujimorismo y asumió la presidencia. Entendió rápidamente que la lucha contra la corrupción podía ser la consigna perfecta para consolidar poder y se enfocó en influir sobre el Ministerio Público, el Poder Judicial y los organismos de justicia.
Vizcarra aprovechó el contexto para fortalecer su figura. Su aprobación alcanzó niveles históricos, especialmente tras el referéndum que aprobó la creación de la Junta Nacional de Justicia con cerca del 85 % de respaldo. Sin embargo, este enfoque también abrió la puerta a un periodo oscuro de persecución política que persiste hasta hoy.
Durante su mandato, se rompió el consenso no escrito que evitaba encarcelar expresidentes. Vizcarra impulsó el procesamiento de PPK, quien terminó en prisión domiciliaria por su edad. Siguieron Ollanta Humala, que fue encarcelado; y Alan García, quien se quitó la vida ante su inminente detención. A pesar de que muchas de estas medidas fueron luego revertidas, marcaron un precedente: el sistema de justicia había probado sangre.
Paradójicamente, hoy ese mismo aparato judicial actúa contra Vizcarra, replicando lo que él mismo impulsó. Como Robespierre en la Revolución Francesa, ha sido alcanzado por el monstruo que ayudó a crear.
Su caída fue tan espectacular como su ascenso. Cerró el Congreso de manera ilegal y populista, pero no logró consolidar una bancada en la siguiente elección legislativa, lo que lo llevó a ser vacado por las mismas acusaciones de corrupción que él decía combatir.
Hoy el Perú tiene a cuatro expresidentes presos: Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Castillo y Martín Vizcarra. Solo PPK, Manuel Merino y Francisco Sagasti están libres. A eso se suma Keiko Fujimori, quien ha estado años en prisión preventiva por presunto lavado de activos.
Vizcarra transformó radicalmente la política peruana. Inició una ola de judicialización que ha sumido al país en una crisis institucional. Irónicamente, sus antiguos opositores ahora celebran el uso del sistema judicial para perseguir a otros líderes, consolidando un modelo político marcado por la venganza.
Incluso desde prisión, Vizcarra continúa influyendo en el escenario político. El país se encuentra atrapado en un ciclo de acusaciones, detenciones y enfrentamientos que debilitan la democracia y dificultan el progreso.
Pocos podrían afirmar que el Perú es hoy más justo, menos corrupto o más próspero. No sabemos si esta es la hora final del lagarto o solo el inicio de una nueva etapa. Pero su legado de persecución y confrontación permanece como una sombra que oscurece el futuro político del país.
Como dice el refrán: el que a hierro mata, a hierro muere. Pero, ¿qué pasará ahora? ¿Continuará la hora del lagarto o podremos finalmente salir de este pantano de venganzas políticas?
Por Alfredo Ghersi
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