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La hora de la asociación

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Fecha Publicación: 17/11/2024 - 20:40
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Hace mucho tiempo que hemos venido sosteniendo en EXPRESO una teoría que no ha sido compartida por otros, posiblemente por seguir la corriente oficialista de la FPF o quizás estar alineados con ese organismo, lo que, sin embargo, a la luz de los recientes hechos, ha sido la propia Asociación Deportiva de Fútbol Profesional la que ha puesto, muy tardíamente, el dedo en la llaga, coincidiendo en la hora nona con nuestros argumentos.
La expresión máxima de todo lo negativo que uno podría imaginar se hizo realidad cuando la fiscalía pidió la detención de un alto número de dirigentes encabezados por el inefable Agustín Lozano. A partir de ese día, recién abrieron los ojos muchos personajes que habían hecho caso omiso de cosas raras en el manejo federativo, como, por ejemplo, el relevo oscuro de los derechos de televisión del fútbol profesional.
Sin embargo, para nosotros lo más alarmante se produjo años atrás, cuando una incompetente dirigencia instalada en la Videna, llena de impericia y absurdos, haciendo caso de “recomendaciones dictadas por FIFA”, decidió hacer trizas de la ADFP y asumir a plenitud la “organización” del balompié rentado en nuestro país, cometiendo arbitrariedades y demás a costa de una supuesta (in) capacidad.
Este escenario logró una cierta preponderancia por una razón efímera, pero real: la inexistencia de clubes fortalecidos en el país, con el añadido de que los principales equipos atravesaban por una crisis absoluta que los había llevado a que su dirigencia de base fuera enviada al archivo, apareciendo en su lugar los “interventores”, un enredo incendiario de sujetos nombrados por la Sunat e Indecopi.
Si hubiéramos visto acaso alguna acción positiva por esa agresiva y malsana toma de la ADFP, quizás en nuestro caso podríamos haber aceptado su postura, pero todo ha sido tan negativo, a tal punto que han desaparecido paulatinamente la trascendencia de la Copa Perú, los torneos de menores y reservas, la Segunda División, entre otros, convirtiendo todo ese manejo en un experimento de quienes han hecho barbaridad y media allá en San Luis, colocando la fresa en el pastel con la pérdida del sudamericano sub-20.
Hoy, cuando las cosas son intolerables, la ADFP, que varias veces la hemos calificado como “jubilada y de utilería”, aletea y se reinventa, decide tener pronunciamiento y pide que le devuelvan sus derechos de manejar el fútbol profesional, lo que nunca debió ser marginado porque sin ese objetivo no tendría razón de ser.
Este abuso federativo debió ser impedido desde el primer día, para ello exponiendo ante la opinión pública posturas coherentes y bien fundamentadas, que, sin embargo, no aparecieron porque se vivía otra realidad, muy triste e inopinada.
Los supuestos dirigentes de la avenida Javier Prado corrieron como magdalenas a Videna para ponerse bajo el paraguas de Lozano, amo y dueño del fútbol peruano. Y le tiraron barro a su propia entidad porque había algo muy visible. Muy pocos podían calificar como dirigentes “identificados con sus clubes y sus ciudades”, porque viajaban donde el viento los llevara, incluso al despeñadero.
Aceptaron programaciones sin conocerlas, campos inadecuados y horarios perjudiciales, ternas de arbitrajes antojadizas, descensos discutibles, excesos de jugadores extranjeros, aportes económicos de supuestos derechos de televisión suficientes para silenciarlos, y todo esto desde rey a paje. Es decir, no hubo la menor regulación y, mucho menos, respeto por los clubes que son la razón de ser de nuestro desvalido fútbol. Por eso, una vez más insistimos en lo que dijimos días atrás. El país tiene dirigencia, claro que sí, todavía hay gente honesta. La FIFA, que se preocupe de sus quehaceres y temerarias acciones donde se les permite. Aquí no. Que la ADFP ahora, entonces, haga su papel protagónico.

Por Bruno Espósito Marsán

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