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La guerra de Forsyth

Fecha Publicación: 26/01/2019 - 21:50
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El debate de la reforma judicial en el país –como lo sostuve antes del referéndum– tiene mucha energía en los foros sociales y académicos pero carece todavía de un derrotero preciso en los políticos. Ello porque en estos últimos solo se echan sobre la mesa todas las cartas de intereses cruzados que siempre acarreó el sistema de administración de justicia. Partidos, medios, ONG y algunos sectores empresariales (es decir, poderes reales y fácticos) pugnan hoy por la supremacía de su influencia, lo que hace varias décadas apenas estaba reservado para los primeros.

Sin embargo, perdemos de perspectiva los verdaderos desafíos que tenemos ante nuestros ojos para poner a prueba de inmediato la vocación oficial por un cambio auténtico en el desenvolvimiento de los tribunales. Ellos son los casos que, como el de las mafias subsistentes en el distrito limeño de La Victoria, deberían activar todos los resortes del Estado para cerrarlos.

En efecto, tras la caída del eslabón corrupto del ex alcalde Elías Cuba, el actual burgomaestre de esa localidad George Forsyth ha emprendido una guerra sin tregua a las verdaderas organizaciones criminales que pasean sus pistolas, palos y matonería por las calles de Gamarra y zonas aledañas. Los vemos en la televisión, exhibiendo sin escrúpulo alguno la altisonancia de sus propias reglas y no las de la comunidad.

Muchos estaban adscritos al servicio del serenazgo y –como me dijo Forsyth en una entrevista que le hice durante la campaña edil del año pasado– eran los encargados de asaltar o extorsionar en vez de proteger al ciudadano. La municipalidad ha separado a 300 de estos indeseables pero, como si se tratara de un drama social, ellos responden con más violencia y amenazas de muerte a las autoridades.

“No somos los responsables de perseguir el delito. Ya hemos tenido muchas reuniones. Queremos acción en la cancha”, señaló esta semana Susel Paredes, la heroica gerente de Fiscalización de La Victoria quien da la cara y pone el pecho junto al alcalde contra los delincuentes. Es verdad. ¿Qué más cabe dialogar, dilucidar o planificar sobre este cuadro patético de desborde criminal tan parecido al ejemplo mexicano?

La justicia tiene que ejercitarse en los jirones de esta pintura emblemática de la ilegalidad. Como también en otras áreas vigentes como el narcotráfico, el chantaje, la marca, el raqueteo, la tala de bosques, la trata de personas y tantas otras variedades de conductas antisociales.

Apoyemos todos a La Victoria. Ahora y sin parar hasta que se imponga el orden definitivo. El otro camino es renunciar a la civilización.