La fuerza extraña de Gal Costa
Incluso con mi experiencia en traducción, me cuesta encontrar un equivalente exacto en español para la expresión en inglés “larger than life”. Literalmente sería “más grande que la vida”, pero eso no capta del todo su sentido. Términos como “grandioso”, “colosal” o “extraordinario” se acercan, aunque ya tienen sus equivalentes directos en inglés.
Esta cuestión viene a colación a propósito de la cantante brasileña Gal Costa. Pensando en su voz, su interpretación, su rol en la identidad musical de su país, pero también la lusófona y latinoamericana, no existe, a mi parecer, un epíteto más apropiado que “larger than life”.
Nacida Maria da Graça Costa Penna Burgos en São Paulo, 1945 y fallecida en 2022, la intérprete ha representado más que un hito en la canción latina: es un pilar inamovible.
Gal Costa creció rodeada de música y desde joven se sintió atraída por la bossa nova. En Salvador conoció a figuras clave como Gilberto Gil y Caetano Veloso, con quienes debutó en 1964. Su carrera despegó con la Tropicália, destacando por su voz poderosa y una presencia escénica que transformó la música brasileña.
Su grandeza, en efecto, radica en los dones innatos, imparables y, quizás, sobrenaturales, de su voz. En su interpretación sensual, desgarradora, atrevida, capaz de acrobacias vocales inesperadas para su género. Todas estas características se evidencian en su mejor disco: “Tropical”, de 1979. Encontramos, en este magnum opus, monumentos como “Meu nome é Gal”, una insólita pero fascinante canción donde la vocalista termina batallando con una guitarra eléctrica para ver quién alcanza las notas más altas (spoiler: Gal gana), o “Índia”, una sentida elegía a la indomable belleza de la Amazonía encarnada en una misteriosa mujer y “Balancê”, infaltable clásico de los carnavales del país de la samba.
Sin embargo, la canción que destaca por sobre todas en este LP es “Força Estranha”, compuesta por el legendario Caetano Veloso, colaborador recurrente de Costa, un himno a la vocación artística, al deseo inextinguible de un creador por encarnar lo más profundo, lo más sublime de su talento. “Por eso una fuerza me lleva a cantar/Por eso esta fuerza extraña/Por eso es que canto, no puedo parar/Por eso esta voz tan grande”, entona –en portugués– la diva.
Su música es testimonio de la grandeza de nuestro continente, de los matices de su riqueza, fruto de la confluencia perfecta de la genialidad artística y el carácter perenne del buen arte.
La carrera de Gal no sufrió de mayores altibajos: su excelencia fue constante. Sus últimos discos, como “Estratosférica” (2016) o “A pele do futuro” (2018), son la prueba innegable de ello. Gal ofrece también otras joyas como “Fantasía” (1981), “Minha Voz” (1982), “Río Revisited” (1989), donde da nueva vida a los clásicos de Tom Jobim.
Y esa es la fuerza extraña de Gal: aquella que se logra cuando el artista se vuelve lo mejor de su propia visión, cuando se vuelve el arte en sí. Y eso, ciertamente, es “más grande que la vida”.
Que viva Gal Costa.
Por Sol Pozzi Escot
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