La fuerza de los lazos débiles

Las emociones, a veces, nos juegan malas pasadas. En el retrato con Lula da Silva y Boluarte durante la IV Reunión de Presidentes de Estados en Brasil, las posibilidades de activar la economía y aumentar la popularidad presidencial de la mandataria parecen escasas. Fue un gesto elegante que lo invitara al Perú para “profundizar más la integración” en asuntos como la Amazonía compartida, el cambio climático, entre otros.

A pesar de que el argumento de la insustituible presencia internacional de la jefa de Estado no convenza a los dogmáticos del orden constitucional, debemos reconocer que es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, es evidente lo que habría detrás en su elección de primera visita a Lula, líder histórico de la izquierda progresista latinoamericana. Fue padrino de la campaña de Verónika Mendoza en el 2016. Mendoza es una de las actuales enemigas confesas de Boluarte, al igual que Sagasti para quien la mandataria “es peor” que el golpista Castillo. Para Dina, es palpable cómo le ha afectado la falta de apoyo emocional del progresismo, con el cual ha mantenido un vínculo profundo desde hace años.

Para la mandataria, sería provechoso comprender que en sus relaciones internacionales, las oportunidades pueden surgir también con aquellos con quienes actualmente mantenemos vínculos débiles. Esta premisa se basa en “la teoría de la fuerza de los lazos débiles” del sociólogo norteamericano Mark Granovetter de la Universidad Johns Hopkins.

Granovetter ha argumentado que los vínculos débiles propician mayor innovación y generan nuevas oportunidades. Es decir, deberíamos enfocarnos en aquellos países con quienes mantenemos escaso o nulo contacto, sin interferencia de vínculos emocionales, porque estos pueden nublar las soluciones efectivas. Esta teoría explica cómo acercarnos a un antiguo colega o conocido podría ayudarnos a conseguir un nuevo trabajo, promovernos en redes sociales, difundir una manifestación, entre otras acciones.

En Perú la necesidad de atraer inversiones para reactivar la economía pasa por la prioridad de restablecer la confianza en los inversionistas. Este es un factor crucial para cambiar la percepción negativa hacia la presidenta, porque conduce a mayor crecimiento, orden, seguridad y eficiencia. Es lo que el Perú realmente anhela. Si Boluarte consultara a Granovetter sobre cómo los lazos débiles pueden ayudarnos a ganar confianza, podría sorprenderse de la respuesta.

Aunque parece contra la intuición, así funciona también la política. Las relaciones internacionales y la imagen son herramientas esenciales para Perú. Si la presidente Boluarte opta por establecer relaciones con líderes mundiales con quienes mantenemos lazos débiles, y estos promueven la seguridad jurídica y las garantías a favor de las inversiones, el resultado podría ser más fructífero que su último viaje.

El Ministerio de Relaciones Exteriores tiene como misión proyectar la imagen oficial de nuestro país al mundo. Sin embargo, tanto a nivel internacional como en el interior país, el gobierno sigue proyectando crisis social y parálisis. No proyectan eficiencia en aspectos políticos, económicos, ni la protección migratoria. En su discurso, Boluarte mencionó que la Cancillería busca redoblar esfuerzos ante el récord de inmigración irregular venezolana en el país. Esta responsabilidad recae en la mandataria porque concierne la seguridad y el orden en el Perú. Amerita entonces fortalecer lazos con contactos internacionales aún no explorados o que son débiles, como los países del APEC, la Unión Europea y los árabes potentes en inversiones en el exterior.

Buscar competir por el afecto de la izquierda progresista resulta inútil e intrascendente para la mandataria. Jamás podrá recuperar el vínculo que tuvo con ellos en el pasado. Y si por alguna razón lograra reconectarse, ese giro la acercaría peligrosamente a la prisión. Pocos la quieren según las encuestas, y esta percepción no cambiará a menos que se observen mejoras en áreas prioritarias, como el impulso económico a través de más inversiones.

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