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La experiencia ha sido dura

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Fecha Publicación: 25/12/2022 - 23:20
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“Cada pueblo o nación tiene el gobierno que se merece”, frase de Joseph de Maistre, a eso habría que agregarle el pensamiento del escritor y secretario de cultura francés Andrè Malraux, que sostenía “que no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”.

Un presidente de la República (es el Jefe de Estado y personifica a la Nación) es el fruto de una parte del electorado, es así que las votaciones reflejan a un sector que se siente “identificado” con él; esto significa que los vicios y las virtudes inherentes a los gobernantes de turno tienen su origen o reflejan a la sociedad a la cuál pertenecen.

El gobierno es el espejo del país porque comparten un mismo origen, nacionalidad, imaginario colectivo y sistema de creencias. Nos guste o no, los gobiernos se parecen a la gran masa y un gobierno es tan corrupto como lo sea su propia sociedad; por lo tanto, los vicios y abusos del mandatario se convierten en el barómetro con que se mide la decadencia moral y la podredumbre de una nación. La población pide y hasta exige a sus candidatos a la presidencia de la República o al Congreso ayudas económicas y toda clase de favores, los cuales no tardan en ser ofrecidos durante las campañas electorales, donde los ofrecimientos son el pan de cada día. Es incoherente exigir lo que no se puede cumplir.

Es hora de adecentar la Patria, esta tierra bendita donde hemos nacido y por la que daríamos hasta la propia vida, por lo que el primer gran paso para mejorar nuestra enferma sociedad y por ende nuestro gobierno, está en cambiar nuestra propia conducta, educando con el ejemplo.

No importa cuántas veces cambiemos de gobierno, obtendremos los mismos resultados, si primero no cambiamos nosotros o no nos exigimos una mayor rectitud a nivel ético. Es decir, si no cambiamos nuestra idiosincrasia y nivel educativo o grado cultural obtendremos los mismos resultados porque sería iluso esperar que surjan estadistas decentes y competentes en una nación cuyos habitantes se comportan como jauría de bestias al abordar un transporte público, o que malgastan su capital en banalidades en lugar de educación.

Puede haber dignas excepciones en toda sociedad, sin duda, pero los esfuerzos para convertirse en el timón de una sociedad tendrían que ser sobrehumanos para no terminar siendo arrasados por el tsunami de la barbarie y la corrupción.

Un cambio de gobierno no es suficiente para aliviar los males, también sería necesaria una reingeniería mental y personal antes que nada.

La experiencia ha sido dura, hemos tenido un presidente que no debió representarnos, quince meses estuvo en el Gobierno donde solo logró dividir a los peruanos, llenar el aparato estatal de gente neófita y sumir al Perú en las postrimerías del 2022 en un golpe de Estado indocto como él mismo lo es; honor y gloria a nuestras Fuerzas Armadas y a la PNP, que no se prestaron a las patrañas del ignaro.

La desinfección de la administración pública se hace prioritaria, para encaminar a nuestra Patria por el único camino que conocemos, la constitucionalidad, la democracia y la libertad únicos senderos que deben de guiar nuestros pasos.

Ante la avidez de algunos por imponernos una Asamblea Constituyente, repitamos la valiente y vigentes palabras escritas por Grau “No reconozco otro caudillo que la Constitución”.

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