La ética en el periodismo
En un momento de profunda crisis moral, donde la pérdida de los valores y hasta la apología de conductas que inducen a la visión de una sociedad que santifica el maquiavelismo mercantilista y utilitario, es de vital importancia la ética, como norma moral de conducta.
Seguimos convencidos del valor de la Libertad de Prensa en todas sus formas en que se le considere y cualquiera sea el medio empleado. Su práctica responsable es una de las mayores garantías para el Estado de Derecho, la democracia, la justicia, la paz y los derechos humanos.
Para asegurar el fiel cumplimiento de los deberes y los derechos del periodista, así como de los medios, no es suficiente la ley como expresión de Derecho Positivo. La experiencia demuestra que muchas veces la ley trastoca su natural aspiración de lo justo. O el Estado pretende asumir el papel de orientador acerca de cómo se debe ejercer cada una de las importantes funciones de la prensa.
Es entonces cuando se advierte la conveniencia de que los propios periodistas y los medios se impongan espontánea, conscientemente, reglas de conducta profesional que regulen el trabajo y sirvan para una autodisciplina, sobre la base de lo más perfecto que puede tener la persona: la moral. Y ello porque es imposible negar que se suele transgredir esta norma en perjuicio de las personas y de la sociedad, destinataria directa del servicio de la prensa.
Consecuentemente se escogen fórmulas que se agrupan, en los Códigos de Ética. Su existencia, sin embargo, no ha de ser sólo formal sino funcional, efectiva, real, llevada a la práctica.
Su propósito no es asignar sanciones, sino evitar la contravención de la guía ética, la cual debe prevalecer incólume, sin declinar, para que la prensa cumpla debidamente su inigualable servicio de interés público.
El incesante adelanto tecnológico, el peligroso aumento de acontecimientos que desordenan la convivencia social, los avatares de la ocupación política que suelen perturbar el rol indagador y cautelante del periodismo; y la absurda, complaciente y a veces extraña intromisión de quienes desacreditan el fin superior del periodismo con su ejercicio venal, justifican suficientemente la redacción y puesta en vigencia de principios deontológicos inalterables que ayuden a dilucidar dudas, reconocer y respetar valores y resolver conflictos de conciencia respecto a lo que se debe hacer frente a hechos y circunstancias diversos.
En especial a lo que atañe a la información, en la cual hay que poner la máxima calidad profesional, la más pura y acendrada vocación, el desprecio razonable al peligro y la ética más exigente.
Es oportuno asumir conjuntamente el reto de aplicar una sólida orientación ética capaz de contribuir a que la prensa satisfaga con toda amplitud y cabalidad su rol de auténtico primer poder de los Pueblos Libres y no como equivocadamente se la considera, el Cuarto Poder del Estado.
La ética periodística sirve para conservar el equilibrio, un estado armónico confiable entre la realidad de lo que ocurre y cómo tiene que expresarse, manteniendo el prestigio que jamás ha de perder la prensa como institución fedataria y de orientación pública.
El periodista tiene el deber ineludible de ser digno de la confianza de la sociedad y de la credibilidad que ha de merecer su palabra, sin embargo, muchos que se tildan de “periodistas”, mancillan con su diario actuar esta noble profesión.
*Presidente de la Fundación Ética Periodística.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.