La esquizofrenia total
El Perú se ha convertido en una República esquizofrénica, vive en dos realidades paralelas sin tener conciencia de la crisis que lo agobia.
De un lado, el Ejecutivo y el Congreso están abocados a modificar normas y anunciar nuevas medidas legislativas de lucha contra el desborde de la delincuencia, sin entender que el problema real es la falta de autoridad para ejecutar las disposiciones —que sobran y redundan— a fin de combatir sin cuartel la violencia desatada por el crimen organizado transnacional.
En esa carrera por tratar de normarlo todo, sin actuar efectivamente en el plano operativo, la lucha se está perdiendo, al punto que más del 90 % de la ciudadanía siente inseguridad, mientras el sicariato, las extorsiones, los asesinatos y los robos afectan el quehacer económico y social como nunca antes en la historia republicana.
Boluarte, inútil y confrontacional, solo insiste en mantener un Gabinete totalmente desgastado e incapaz, con un primer ministro más dedicado a abogar por los presuntos delitos presidenciales antes que liderar acciones efectivas en el sector Interior, dentro del cual la Policía Nacional está totalmente desorientada, maltratada y atada de manos.
En una realidad paralela, el país arde por la rebelión, el desacato y el caos desatado por el Ministerio Público, el Poder Judicial, el Ministerio Público e inclusive parcialmente el TC; movidos todos por las izquierdas caviar, comunista y neocomunista, con el objeto claro de promover la caída del gobierno y el adelanto de las elecciones generales entre fines de noviembre de este año y enero del próximo.
Precisamente, el “paro general” anunciado para mañana por un sector de los transportistas ya ha sido envuelto y desnaturalizado por la subversión que —bajo el lema de “Dina asesina”— tiene como plataforma de lucha la ridícula pretensión de devolver a Pedro Castillo a la presidencia, disolver el Congreso y formar un gobierno de transición similar al del despreciable Francisco Sagasti.
En esta situación de esquizofrenia, nos esperan tensas horas de lucha para salvar un sistema democrático que, mal que nos pese, pasa por sostener a Boluarte hasta julio del 2026 ante la imposibilidad de realizar comicios adelantados con autoridades no confiables del JNE, la ONPE y el Reniec.
Con la violencia ad portas y una huelga gravosa, lo único que ayudaría es un cambio radical del Gabinete para integrar a personalidades ejecutivas y respetables que le den el oxígeno que tanta falta le hace al régimen.
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