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La doble moral… ¿empresarial?

Fecha Publicación: 24/11/2019 - 22:10
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¿La ética y moral pueden ir de la mano con los negocios? ¿Un empresario puede proyectar una buena imagen en el mundo formal y mantener tras bambalinas una vida paralela con prácticas ilegales? ¿El develado comportamiento de los más prominentes líderes empresariales no será un síntoma más de la arraigada tolerancia humana a la corrupción, la inmoralidad y el desapego eventual a los valores?

¡Quien no haya cometido un pecado que tire la primera piedra! Es la frase bíblica más reflexiva que se nos viene a la mente cuando observamos -con poca sorpresa y más aspaviento- las confesiones de los líderes empresariales ante los fiscales anticorrupción admitiendo que entregaron millonarias sumas de dinero, a escondidas, a candidatos presidenciales.
Por siglos, la humanidad ha presentado una serie de debilidades y afecciones que, descontextualizadas y revisadas a la luz de nuevos tiempos, pueden causar condena e indignación. Sin embargo, si analizamos nuestro entorno y lo exhibimos a la luz pública, el aparente enojo contra nuestros antepasados se relativiza y entramos a elucubradas justificaciones, como las esgrimidas por Dionisio Romero Jr.

Los invito a hacer un ejercicio para evidenciar la doble moral existente no solo en el mundo empresarial, sino en todos los ámbitos de nuestras vidas. ¿Cuántas veces ha tenido usted que entregar dinero “por lo bajo” para conseguir “acelerar” algún trámite o “evadir” la acción de la justicia? Bien, ahora van las preguntas a quienes dijeron “yo, ¡nunca!”: ¿Cuántos de su entorno más cercano sí lo hicieron?, ¿los denunció ante las autoridades?, ¿los expulsó de su entorno?, ¿ha creado un círculo familiar integrado exclusivamente por incorruptibles, 100% moralistas y éticos hasta el tuétano?

Obviamente, la sociedad impone reglas para intentar que la innata desviación humana se desboque en lo “inmoral” y más bien vaya escalando a estadios donde las reglas de juego permitan una interacción social más respetuosa de las libertades y de la dignidad humana, con un sistema de justicia y de pilares institucionales que las defiendan.

Como sociedad, debemos exigir que las reglas se cumplan no solo para quienes no forman parte de nuestro entorno, sino, especialmente con quienes interactuamos a lo largo de nuestras vidas. Pero, lo que va a empezar a ser un verdadero motor de cambio social, es si nos atrevemos cada uno de nosotros a juzgarnos con la misma vehemencia que juzgamos a terceros. El respeto a las libertades, a la moral y a la promoción de la ética empieza por el yo, más interno y profundo de nuestra conciencia humana. Empecemos por un buen mea culpa y hagamos el gran cambio.