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La diosa Nadine

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Fecha Publicación: 19/04/2025 - 22:50
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Prevaleció en el análisis político durante la década 2005-2015 la influencia gravitante de la señora Nadine Heredia Alarcón para el desempeño público de su esposo, Ollanta Humala Tasso, a quien conoció a los 20 años de edad, estableciendo un vínculo irreversible de ideales y propósitos.
Mujer de costumbres sencillas, empeñosa y acreditada en los estudios dentro de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la prestigiosa Universidad de Lima, su talento fue vislumbrado en los círculos de la actuación teatral y la producción cinematográfica. Cuando empezó a salir con su sobrino Humala, 14 años mayor que ella —lo dijo en la entrevista concedida en 2014 a su condiscípulo Gabriel Gargurevich de la revista COSAS, la cual intentó censurar por haberse ido de boca en algunos temas y las fotografías de sus hijos— descubrió una comunión de aspiraciones políticas y lo que ella podía aportar al desempeño de su futuro marido, intuyendo una faceta manipulable. “Él también me apoya a mí. Si me ve mal, se pone mal, no sabe qué hacer, se descompensa. Entonces ve qué hacer para levantarme el ánimo, para ayudarme a ver las cosas con más claridad”, declaró.
Como se sabe, el triunfo de Humala en las elecciones de 2011 fue el primer ensayo fructífero de lo que significaba agrupar al antifujimorismo en un solo puño. Demandó al líder del Partido Nacionalista aggiornar su prédica de izquierda revolucionaria pro Hugo Chávez (su fletador político y económico desde 2006) y lograr hasta el apoyo del recientemente fallecido premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, liberal inequívoco.
El acceso a Palacio de Gobierno hizo surgir en Nadine lo peor de un ser humano retorcido, ambicioso y corrupto. Nunca mejor descrita que por su propio suegro, don Isaac Humala: “borrachita de poder”. Lejos de proyectar su juventud e inteligencia hacia objetivos cohesionantes, se rodeó de personalidades dispuestas a la destrucción de los supuestos enemigos de la administración de su cónyuge (Keiko Fujimori y Alan García), básicamente mediáticas como Gustavo Gorriti, Paola Ugaz y Rosa María Palacios. Amistades que en ese entonces parecían incólumes y hoy se muestran distantes. Por lo menos quien esto escribe tiene constancia de los alegres almuerzos de la señora Heredia con Morgana Vargas Llosa y Ugaz en el privado del restaurante La Cúpula del hotel Sheraton, pleno centro de Lima.
Se entiende por eso los motivos de nuestro escritor Vargas Llosa de avalar a Heredia como “una magnífica candidata presidencial” el año 2015, mientras la susodicha desparramaba todo su nefasto poder, como, por ejemplo, pedir al cónsul del Perú en Miami desalojar su casa para ocuparla ella con su familia y amigos en un viaje de retorno de Nueva York hacia Lima. El silencio de su corte mediática ante ese despropósito grita más de lo que hoy pretenden evitar en el recuerdo.
Nadine, imputada de recibir aportes ilegales y ahora prófuga de la justicia, fue la diosa de esa corte. Nadine la usó para sus pretensiones subalternas. Pero esa corte también la utilizó para las suyas.

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