La destructiva zurdopatía
Corría el año de 1854 cuando en Londres brotó el cólera. Ante la creciente epidemia, el médico John Snow usó un mapa de la ciudad para marcar las ubicaciones de los casos. Al analizar su mapeo notó que la mayoría de enfermos se concentraban cerca de una bomba de agua en Broad Street (hoy Broadwick Street) en el distrito de Soho. Descubrió que el agua contaminada era la fuente de la proliferación, demostrando la vinculación entre la calidad del agua y el cólera.
En el Perú habría que hacer algo similar para detectar los focos infecciosos de zurdopatía y el desplazamiento de los afectados para saber cómo contagian a otros. Es una terrible epidemia que embrutece, amarga e inutiliza a la juventud, convirtiéndola en apática, improductiva, intolerante quienes no piensan como ellos. Las chicas se calatean en la vía pública y chillan desentonadamente; los hombres creen que pueden convertirse en mujeres y viceversa; y “todes elles” distorsionan la verdad al punto de vivir en una realidad alterna.
Solo les anima el odio, alucinan hechos que jamás ocurrieron; la zurdopatía puede llegar a ser tan grave que algunos afectados se unen a grupos de asesinos seriales, lo que llamamos terroristas.
Los zurdopatas idolatran a grandes asesinos, mentirosos, misóginos, ladrones y mantenidos. Van a las marchas por los derechos LGTB –y demás letras del abecedario– con la colorida imagen del Che Huevara (perdón Guevara), un hombre que aborrecía a los homosexuales y los enviaba a campos de concentración de trabajo forzado para “curarles”. Entre las muchas abominaciones expresadas por ese asesino queda su frase: “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento no es necesaria la prueba judicial. Ese procedimiento es un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe ser una fría máquina de matar motivado por odio puro”.
Los zurdopatas han perdido el reflejo de la náusea, por eso no vomitan ante eso y, más bien, aplauden cuando encierran a inocentes patriotas sin más pruebas que un recorte de periódico o el chat de cualquiera diciendo lo que fuere.
Leen como verdad revelada los textos del plagiador de Karl Marx. En ‘Socialismo’, Von Mises lo explica así: “Marx predica una doctrina de salvación que racionaliza el resentimiento (del pueblo) […] siempre hay beneficios en despertar la maldad en el corazón humano. […]”.
Está demostrado y documentado que Marx fue un alcohólico y despilfarró la fortuna de su madre, burguesa; la de su esposa, burguesa, y vivió mantenido luego por una pensión vitalicia que le otorgó su amigo Engels. Era profundamente racista y se opuso al matrimonio de su hija con Paul Lafargue, un cubano oscuro que terminó siendo su yerno y al que se refería despectivamente como “negrillo” o “gorila”.
Los zurdopatas llaman genocida a cualquiera, menos a los comunistas responsables de cerca de doscientos millones de muertes. Miden con doble vara, en eso son bipolares neuróticos dignos de una habitación en el Larco Herrera.
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