La delgada línea del crecimiento
A las seis de la mañana, mientras la ciudad todavía bosteza, Carlos enciende las luces de su taller textil en San Juan de Lurigancho. Las máquinas despiertan poco a poco y él ajusta los hilos con la misma paciencia con la que revisa sus cuentas. “Si seguimos así, llegamos al fin de año tranquilos”, se dice, aunque sabe que esa tranquilidad es frágil: basta un asalto a su proveedor en carretera, un cambio repentino de autoridades que paralice permisos o un gasto adicional que se aprueba de la noche a la mañana para que todo se tambalee.
Vive en esa delgada línea entre avanzar y frenar, la misma en la que hoy está el país. La economía peruana crece a un ritmo cercano al 3 % y el Banco Central advierte que estamos produciendo “alrededor de nuestro nivel potencial”. En cristiano: el motor está encendido y funcionando bien, pero no hay mucho espacio para pisar el acelerador sin riesgo de que el sistema se recaliente. Igual que Carlos, que puede sumar horas extra para cumplir un pedido grande, pero a costa de agotar a su equipo y su maquinaria.
¿Y eso qué importa? En la década 2004–2013, el Perú creció a un promedio de 6,1 % anual y la pobreza se redujo del 59 % a menos del 24 %. Ese “nivel potencial” depende de muchas piezas: más inversión, carreteras seguras que reduzcan los tiempos de entrega, trabajadores capacitados, reglas claras, autoridades que duren lo suficiente y un Congreso que entienda que perforar las cuentas fiscales con exoneraciones tributarias improvisadas o nuevos gastos sin sustento es como ponerle peso extra a un motor ya exigido.
Cuando alguna de esas piezas falla, la capacidad de crecer sin inflación se reduce. Carlos lo vive cada vez que debe pagar seguridad privada porque la policía no llega. Lo que pasa con un taller pasa con un país. Y aunque hoy hay cierta confianza en consumidores y empresarios, eso no alcanza si las condiciones estructurales siguen débiles. Es como querer ampliar un taller sin tener dónde colocar las máquinas ni gente que las sepa operar, mientras la puerta principal no tiene candado.
No se trata solo de mantener la inflación baja o de celebrar un superávit comercial histórico. Se trata de trabajar en elevar ese máximo. El PBI potencial no crece por decreto. Por eso, cuando el BCRP advierte que estamos en un ciclo neutral, el mensaje no es quedarnos quietos, sino movernos.
Cae la noche. Carlos cierra su taller. Afuera, la ciudad sigue su curso, ajena a sus cuentas y a sus miedos. Mientras baja la reja, piensa que mañana será otro día igual: mismo ruido de máquinas, misma lucha por cumplir. El Perú también cerrará su jornada con cifras que parecen buenas, pero con un reto intacto: cruzar esa delgada línea que separa el simple avance de la verdadera prosperidad. Y hacerlo antes de que la oportunidad se nos escape, como un hilo suelto que nadie quiso atar.
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