La cultura es el motor de desarrollo que necesita el Perú
En el Perú solemos entender la cultura como turismo y gastronomía. Con suerte, como folclore en fiestas patronales. Pero rara vez la vinculamos con economía productiva, innovación o educación. Allí está una de nuestras grandes miopías: mientras el mundo gira en torno a la economía naranja, nosotros seguimos viendo la cultura como entretenimiento accesorio o, peor aún, como un lujo que se sostiene solo cuando hay bonanza fiscal.
Sin embargo, el potencial de la cultura es inmenso. Literatura, cine, pintura, teatro, música no turística, desarrollo de software o videojuegos: todas son expresiones de un capital cultural que hoy se encuentra fragmentado, sin política articuladora, pero con cierto reconocimiento institucional.
Lo paradójico es que, pese a esta ausencia estatal, el sector cultural suele sobrevivir y reinventarse desde la autogestión. Desde colectivos de cine que financian y distribuyen sus películas por cuenta propia, hasta editoriales independientes que logran colocar libros en ferias internacionales.
Los modelos de ciudades culturales en el mundo son ilustrativos. Broadway, en Nueva York, es un ecosistema que mueve más de 13 millones de espectadores al año y genera ingresos que superan los US$ 1,800 millones. Su lógica ha sido potenciar iniciativas privadas, con un marco legal favorable que convierte a la cultura en inversión segura. París y Buenos Aires, por su parte, apostaron por un modelo más subsidiario: inversión estatal sostenida en teatros, museos, editoriales y cine, que permitió convertir esas ciudades en nodos culturales de escala global.
El cine de Hollywood es quizás el mejor ejemplo de cómo la cultura puede convertirse en motor nacional. Desde inicios del siglo XX, generó empleo, exportó narrativa y construyó hegemonía cultural. Pero también hay otros casos. México, Argentina, India y, más recientemente, Corea del Sur, han demostrado que la inversión en industrias creativas produce riqueza, reputación internacional y, sobre todo, identidad.
El mundo actual vive una transformación profunda. El desarrollo de software, los videojuegos y la inteligencia artificial forman parte de lo que se denomina economía creativa o naranja, un sector que genera cerca del 3 % del PBI global y millones de empleos. Estos sectores demandan talento, educación e incluso nuevas fuentes de energía.
En el Perú, seguimos atrapados en un modelo extractivista, donde la cultura aparece en los discursos, pero no en los planes de desarrollo. El Ministerio de Cultura cumple un rol administrativo, pero carece de visión estratégica. Las universidades promueven carreras creativas, pero sin articulación pública. La educación básica introduce a los niños en el arte, pero sin continuidad laboral.
La cultura no es gasto: es cadena de valor.
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