La cosecha de Aníbal
Reapareció en un acto público la mañana del viernes 20, citado por una comisión parlamentaria. Su presencia fue detectada muy temprano por el periodista Omar Jordán de canal N, quien lo abordó sin éxito para recoger sus declaraciones. Nervioso y esquivo como una rata, ingresó raudamente al edificio 'Víctor Raúl Haya de la Torre' haciéndose humo.
Horas más tarde, terminada la sesión congresal, se vio obligado a dar la cara ante los numerosos colegas que lo esperaban a la salida del mencionado recinto. Sin embargo, tampoco quiso declarar y apuró el paso para abordar un taxi lanzando desde su interior lo que cobardemente no se atrevió a decir durante el corto trayecto: «Yo estoy con el pueblo. Ustedes son los delincuentes, asesinos».
Aníbal Torres Vásquez fue uno de esos personajes retorcidos que la administración de Pedro Castillo hizo visible y por lo cual nos castigó a lo largo de 17 meses. Convirtió tanto del Ministerio de Justicia como la jefatura del Gabinete en el púlpito desde donde pregonar el conjunto de sus devaneos, frustraciones, misoginia (los ataques a Sol Carreño quedan para la antología de la miseria moral) y las piezas más selectas de sus complejos personales. Los elogios a Adolfo Hitler apenas fueron una expresión de la delicuescencia de este individuo que hacía injusto el desprestigio de la senilidad majestuosa, sabia y prudente. Torres solo es un viejo de mierda.
Sin embargo, resulta necesario admitir que su prédica constante y enfática sobre los supuestos absolutos en torno al racismo, clasismo, desprecio capitalino a las regiones, codicia desbordada de los inversionistas y el desenvolvimiento de una prensa vendida, logró calar en importantes segmentos de la ciudadanía. Aun sin contar con los medios de comunicación a los cuales denostaba, sus tesis disparatadas y maniqueas alcanzaron un alto nivel de aceptación a través de los llamados «consejos de ministros descentralizados» en el interior del país y los actos oficiales con organizaciones sociales –las acreditadas y las inventadas– llevados a cabo en el patio de honor de palacio de gobierno.
Poco se recuerda las últimas encuestas a nivel nacional previas al intento de golpe de Estado de Castillo donde éste alcanzaba casi el 50 por ciento de aceptación en el sur y se consideraba en gran proporción que los cuestionamientos al mismo tenían ingredientes racistas y clasistas, sin atender las serias imputaciones de corrupción. Ello se ha repetido en sondeos posteriores, demostrando que la oposición asumía con displicencia la cantaleta sistemática de Torres y el entonces oficialismo, creyendo que caía de madura.
La violencia de hoy, el pomposo nominativo de 'la toma de Lima' otorgado al desplazamiento de 4 mil provincianos hacia la capital (disparate que hace carne sobre todo en observadores del exterior), la agresividad contra la prensa y los ataques a la propiedad privada y pública, son los 'ríos de sangre' anticipado por el cómplice golpista más como deseo que como augurio. La cosecha de lo sembrado por Torres está a la vista. Miente, miente que algo queda. Queda la lección.
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