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La «constructocracia» y la vuelta de Toledo

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Fecha Publicación: 23/04/2023 - 22:10
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Hace varias décadas, el gran Luis Alberto Sánchez señaló con mucha brillantez al grupo que usufructuaba el país sin pensar en las mayorías nacionales y los denominó: la “bancocracia”.

Hasta hace poco el Perú atravesaba un momento similar a la primera parte del siglo XX; existía un grupo que operaba desde la recuperación de la democracia -cuando menos- en 2000 y que fue sometiendo a muchos de los representantes del poder público a cambio de prebendas y coimas; controlaba además un poderoso aparato de propaganda y de relaciones públicas. Detrás de todo este esquema estaban los grandes contratos de construcción que había ganado este grupo sin parar y que les dotaba de ingentes recursos.

Este conglomerado reunía a algunas grandes constructoras peruanas en alianza con Odebrecht, OAS, Camargo & Correa y Andrade Gutiérrez, las empresas brasileñas protagonistas de la megacorrupción continental denominada “Lava Jato”. Huracán que remeció la política en el continente.

Como los brasileños eran monstruos mucho más grandes y fuertes, los socios consorciados peruanos se adecuaron a sus formas de trabajo y a sus paniaguados políticos. Esto es importante señalarlo pues las constructoras del país de la samba eran parte de un esquema político impulsado por el Partido de los Trabajadores de Brasil, por el lulismo, cuyo líder hoy está de vuelta en el poder tras pasar una temporada preso, acusado por corrupción.

Fue a través de esta red que impulsaban, el denominado "Foro de Sao Paolo", desde el cual con una máscara de política integracionista orientada hacia la Justicia social en realidad se tomaba contacto con potenciales ganadores de elecciones para concretar negocios al margen de la ley. Para todo efecto práctico era el sub imperialismo brasileño actuando. Posteriormente y ante la caída en desgracia de las empresas lavajatistas en Brasil, las expresiones más radicales de la izquierda marxista continental hoy coordinan acciones a través del “grupo de Puebla”, aprovechando el anfitrionaje del delirante López Obrador.

En ese momento, igual que hace 100 años, el ideal republicano estuvo bajo amenaza por una casta que solo buscaba impunidad y saquear los recursos del Estado. Sus fines no solo eran distintos a los del Perú popular, sino contrarios. En su irresponsabilidad les dieron viada a muchas de las ideas autoritarias del izquierdismo infantil o a los delirios de poder de aventureros, desórdenes que luego nos llevaron a la elección de Pedro Castillo, pasando por un cierre inconstitucional del Parlamento. Toda esa degradación institucional estuvo en parte impulsada por la voracidad de esta gente de seguir ganando contratos en condiciones obscenamente vergonzosas como las que consiguieron con Toledo, PPK, Humala y a nivel subnacional con Villarán y Vizcarra.

Este último recordemos que era un empresario constructor que había sido apoderado de un consorcio que contaba con la participación de una de las consorciadas peruanas de los brasileños. Es decir el moqueguano fue la expresión máxima de la decadencia de este esquema.

Estas lesiones a la moral de la patria fueron tratadas con suma tibieza por el llamado “Equipo Especial Lava Jato”, el de los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela, quienes más parecían el área legal de Odebrecht que representantes de los intereses del Perú.

La vuelta de Toledo, quien recibió una coima de 20 millones, aunque pidió 35, es una gran oportunidad para conocer a los aliados y a los impulsores del establecimiento de la “constructocracia” en el Perú, que tuvo brazos legales y publicitarios, además de empresariales y políticos. Lo que cuente el chakano podría ser revelador para la verdad histórica.

¿Gustavo Gorriti estará nervioso?

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