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La calle está dura: No hay vocación de renuncia en el Ejecutivo

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Fecha Publicación: 14/06/2025 - 22:40
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“La calle está dura”, expresión coloquial de varias interpretaciones, pero estimo que la más cercana es aquella referida al alto costo de vida y las escasas oportunidades de empleo, que impulsan a una persona a aferrarse a una ocupación que le reditúa buenos ingresos económicos que difícilmente percibiría en otro oficio.
Esta sería la explicación, en mi opinión, para ministros y demás altos funcionarios que integran el Poder Ejecutivo de la era Boluarte, que guardan ensordecedor silencio o ensayan explicaciones, en muchos casos, que son un insulto a la inteligencia, en su afán de poner paños fríos ante las constantes crisis políticas que han caracterizado de principio a fin esta Administración.
Hay ministros en extremo de tal perfil bajo, que la ciudadanía desconoce su existencia, tanto en nombre como en rostro, son casi casi NN, lo que es contraproducente para el necesario liderazgo que se requiere de los titulares de pliego y cabezas de los entes rectores del Ejecutivo, de ahí también el porqué de gestiones sin bríos ni logros cuantificables de varias carteras.
Bueno fuera que los altos funcionarios del gobierno central sean más técnicos que políticos, que rehúyan ser mediáticos porque prefieren abocarse enteramente a sus responsabilidades y generar desarrollo, pero ya vemos que no son ni lo uno ni lo otro, salvo los escasos ministros políticos que aparecen con mayor frecuencia para apagar incendios políticos, caso el premier Eduardo Arana, el ministro de Trabajo Daniel Maurate y yo diría que hasta el propio canciller Elmer Schialer, los que parecieran haber asumido la defensa técnica de quien los nombró en sus cargos, la presidenta Dina Boluarte, como muestra de su lealtad.
Sin embargo, y con todo respeto, su lealtad, así como la de todos los funcionarios, debiera ser hacia su Nación, porque a ella sirven finalmente.
Así las cosas, ayúdennos a los ciudadanos a entender, señores ministros, por qué permanecer callados y asentir con su silencio o defensa a ultranza, haciendo suyas las versiones cambiantes de la mandataria, por ejemplo, en los casos de los relojes Rolex, de las intervenciones quirúrgicas en la clínica Cabani, y que pueden ser contrastados por documentos y testimonios.
En lo particular, no pretendo que alguien a quien se le ha dado la oportunidad de servir a su país en un alto cargo, denoste de quien se la dio, pero ante la sospecha de haber sido utilizado al chalequear en los mensajes a la Nación a la jefa de Estado para negar las pesquisas en su contra, convalidando con ello su versión, hoy que se tienen más luces de las investigaciones y fuertes declaraciones del cirujano estético Mario Cabani, mínimamente lo que se esperaría, en mi opinión, sería renunciar irrevocablemente al cargo, aunque no se den expresiones de causa.
Ya el dar un paso al costado en el Ejecutivo en la actual coyuntura sería percibido por los ciudadanos como una muestra de distanciamiento ante todas las idas y venidas en los escándalos políticos, que no los genera la prensa, sino el propio gobierno; los periodistas de investigación solo se limitan a evidenciarlos.
No hay vocación de renuncia, es un hecho, lo que puede ser percibido como que por encima de sus convicciones se prefiere el aferrarse a los 30 mil soles del sueldo de ministros y sus prerrogativas, que no gozarían en otro trabajo: “¡La calle está dura!”.

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