La alianza que las naciones necesitan
El mundo se ha sumido en una vorágine desarrollista de ideas centradas en el manejo financiero y comercial internacional, como si la vida de los seres humanos girase en torno a la economía mundial, la cual, siendo importante, no es la base del desarrollo humano. Los perfiles de desarrollo que conceptúan los denominados países ricos y los organismos internacionales son diseñados según los intereses de los primeros, los cuales están lejos de responder a las necesidades de realización de los seres humanos. Las alianzas y pactos internacionales giran en torno a estos falsos diseños e intereses ajenos, que nada tienen que ver con las necesidades de las naciones para emprender su verdadero desarrollo.
Cuando vemos los modelos de países desarrollados basados en la construcción de ciudades metálicas y de concreto, donde se ha perdido el sentido de la vida para dar lugar al culto al dios del consumo, nos aterra la posibilidad de que conviertan nuestros países en lugares semejantes, sin espacio para la vida natural de los seres humanos. Se están fabricando indicadores de desarrollo en relación con la infraestructura y la tecnología, así como la capacidad de los países de adaptarse a las edificaciones que faciliten la imposición de la agenda 2030, utilizando los recursos nacionales al servicio del imperio del nuevo orden mundial, convirtiendo en aceptables, para una población desinformada, las irracionales ciudades de 15 minutos, cuyo propósito es encerrar a las naciones bajo un sistema de control dictatorial mundial.
Se están suscribiendo convenios de comercio de minerales, tratados de libre comercio, alianzas económicas, de educación, cultura y hasta de salud, concebidos siempre en función de los intereses de quienes los promueven con fines de dominación. La ilusión que proyectan estas alianzas es de buscar el apoyo solidario, pero eso es solo una ficción; la verdad es que son los países denominados desarrollados los que toman ventaja de estas alianzas, en las cuales los países en vías de desarrollo, estratégicamente denominados “pobres”, se comprometen a servir con sus abundantes recursos para sostener las economías de los “países ricos”, que carecen de ellos.
Las alianzas que necesitan las naciones para crear condiciones de justicia, libertad y equidad económica, financiera y comercial, así como de respeto a su independencia, soberanía, identidad cultural, dignidad e integridad, deben sustentarse en la prevalencia de la persona humana sobre la economía y los Estados, y en la realización de su grandeza moral y espiritual como base del verdadero desarrollo según el concepto inalienable de sus pueblos.
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