Kamala: la derrota de Occidente
A solo dos días de las presidenciales en los Estados Unidos, la posible victoria de Kamala Harris parece haberse diluido. Los grandes medios le han dado la espalda, salvo la revista The Economist y un solitario columnista de The New York Times. El apoyo tácito a Trump ha puesto nerviosa a Hillary Clinton, tanto que, en una entrevista en el canal público PBS, dejó escapar un inquietante “nos quedaríamos sin control”, refiriéndose al “control” de la narrativa.
Los votantes de Kamala la apoyan por las razones equivocadas: el aborto universal, los temas identitarios como la agenda LGBTQ+ y demás letras del abecedario, y la cuestión racial; también, por gravar con más impuestos a los más ricos (lo que llevaría a la fuga de capitales y a la pérdida de empleos, ya a la baja), mano blanda con los más de seis millones de inmigrantes ilegales que han ingresado a los Estados Unidos por la frontera sur y, valgan verdades, por nada concreto.
Harris ha sido vicepresidenta de Joe Biden en los últimos cuatro años, y como tal, es corresponsable de la decadencia de la gran potencia democrática que fue siempre Estados Unidos, así como de la crisis económica que asfixia a las clases medias. No está en condiciones de ofrecer mucho, ya que tuvo su oportunidad desde el poder que ostentó.
Kamala Harris representa a esa progresía (más bien “mugresía”) que tanto daño causa allí donde se instala. Sus discursos de campaña han sido vacíos, poco inteligentes, faltos de vigor y de optimismo. Aparece cansada, demacrada y suelta extrañas carcajadas de la nada. Y es que el caso del rapero P. Diddy Combs, apresado por abuso sexual de menores, reparto de drogas y tráfico de personas con fines sexuales en las fiestas orgiásticas que este organizaba —con fines de extorsión, pues todo era grabado— le muerde los talones.
Kamala y el rapero se conocen desde tiempos universitarios y mantuvieron viva su amistad a lo largo de los años. La voz hispana de su campaña es Jennifer López, quien no habla español y está más enredada que nadie en el escándalo de P. Diddy, de quien fue novia y partícipe en algunos de los delitos que se le achacan al rapero.
El FBI tiene en su poder miles de cintas en las que se ve a reconocidos representantes de la industria del entretenimiento y a políticos en situaciones íntimas con menores o personas fuera de sí por drogas que ingerían en sus bebidas sin saberlo.
¿Habrá un video de Kamala en esos avatares y aspirando cocaína rosa o trank, tan preciado por su amigo P. Diddy? Sea como sea, se la ve más que nerviosa en cada aparición.
Al otro lado de la orilla, un relajado Trump propone acabar con todas las guerras, reducir el Estado y su abultado presupuesto, eliminar el impuesto federal a la renta y apostar por la recaudación vía aranceles.
Veremos qué pasa el martes, porque con Kamala, Occidente está en riesgo.
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