Juana Rosa Amezaga y su apostolado literario
Juana Rosa de Amezaga nació en Lima el de 1847. Fue hija de don Pedro Manuel de Amezaga y doña María Díaz de Celis, así como hermana menor de Mariano de Amezaga (1834-1894) afamado profesor del colegio Guadalupe donde adoctrinaba a sus alumnos en su ideario radical y anticlerical.
Su querido hermano guio sus primeros pasos literarios enseñándole versificación e instruyéndola en los gustos literarios de entonces. Pero cuando él observo que ella no prosperaba en el laicismo que le trataba de inculcar y que, contrariamente, su fe religiosa se fortalecía, renuncio a seguir ayudándola.
Esta discriminación por sus creencias la desengaño de los ideales proclamados por los liberales ya que entendió su interés no era la formación femenina sino el alejarlas de la religión. Esta revelación la decidió a luchar por una verdadera educación material y espiritual para las mujeres.
En esa búsqueda formativa la poetisa se había integrado desde muy joven en las veladas literarias que reunía en la Lima de 1877 la célebre escritora argentina Juana Manuela Gorriti (1818-1892), con quien “la unía una íntima y noble amistad” según palabras de Elvira García y García (1862-1951). Esta biógrafa suya también subrayo que Juan Rosa:
“No solo se dedicó a la poesía sino también a la prosa, en que brillo por su galanura y fina dicción, alcanzando la justa reputación que la distinguió como literata, castiza y profunda. Sus Estudios Sociales, que han sido estudiados y comentados, son considerados como obra digna de llevar de cualquier escritor de nota.”
Entre sus obras fueron muy comentadas sus “Reflexiones y máximas” (1890) en que “brillaba su alma mística y empapada en la más acrisolada moral religiosa” y su “Estudio sobre las virtudes cristianas…” (1893).
También colaboró con Clorinda Matto de Turner (1852-1909) en “El Perú Ilustrado”. Ganó premios, obtuvo menciones honrosas y recibió reconocimientos como su incorporación honoraria al Ateneo de Lima. En los círculos sociales y académicos la escritora católica era muy respetada por su talento, así como por su vida piadosa y caritativa, entregada a los más necesitados motivo por el cual todo el mundo la quería, aun las personas alejadas de la fe religiosa.
Entre los que se encontraban alejados de la religión estaba su querido sobrino, el gran poeta Carlos Germán de Amezaga quien acogió el radicalismo y el anticlericalismo de su mentor Manuel González Prada y vivía un polémico romance con la escritora Marietta Veintimilla. En 1885 ella escribió su poema “A mi sobrino Carlos Germán” publicado en “El Peru ilustrado” (N. 104. Del 4 de mayo de 1889) donde le aconsejaba:
“No dediques tus cantos a esos seres/de mezquino y helado corazón/ porque sus solos y únicos placeres, / viles riquezas y contento son. / Busca esas almas que en su seno ocultan delicadeza, abnegación y amor…”
Con gran cariño y abnegación Juana Rosa siempre estuvo atenta a las necesidades de sus amigos y familiares y fue así como, cuando Carlos Germán paso el difícil y triste trance de una perdida filial encontró consuelo en su devota tía. Antes de su muerte, la escritora tuvo la alegría de ver la conversión de su sobrino y su reconciliación con el catolicismo.
Juana Rosa de Amezaga murió serenamente el 20 de noviembre de 1904. Su obra se encuentra dispersa y no ha encontrado aun un digno compilador. Al parecer el progresismo cultural aun reinante le ha negado hasta nuestros días el importante lugar que en su momento todos le reconocieron. Esperamos que pronto una estudiosa o estudioso vuelva a colocar a esta gran escritora en el lugar que ella merece en la república de las letras.
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