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José Agustín de la Puente Candamo

Fecha Publicación: 12/02/2020 - 21:40
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La muerte de este gran patricio en el auténtico sentido de la palabra ocurrió la semana pasada poco antes que alcanzara los 98 años de edad. Tuve con él una relación cercana a pesar de nuestra diferencia de años. Fue un íntimo discípulo de mi padre, Víctor Andrés Belaunde, y durante varias décadas lo acompañó en sus tareas de pensar y difundir la cultura peruana desde la perspectiva de la cultura cristiana. Lo hicieron ambos a través de la enseñanza en la Universidad Católica, como así la llamábamos a mediados del siglo XX, a pesar de que su nombre oficial desde 1942 era y sigue siendo Pontificia Universidad Católica del Perú.

En las décadas del treinta al sesenta del pasado siglo XX cuando José Agustín de la Puente y Víctor Andrés Belaunde promovían el pensamiento católico en nuestra patria, el medio en el cual se desplazaban era más familiar en el ambiente limeño de entonces. Lo conocí como alumno de José Agustín. Era un diario discurrir entre la Plaza Francia donde se encontraba la Facultad de Letras en la que José Agustín enseñaba historia del Perú, período de la emancipación y el Instituto Riva Agüero en el jirón Camaná, algunas cuadras más arriba, que dirigía mi padre, en el cual se debatían las corrientes ideológicas de la época. Eran escenarios ponderados sin dejar de ser polémicos, cuando se contrastaba el pensamiento cristiano, con las corrientes marxistas del momento que se habían apoderado de la casona de San Marcos del Parque Universitario.

Cuando los recordamos físicamente ambos ambientes eran parecidos, más pequeñas las instalaciones de la Universidad Católica, algo más grande el claustro sanmarquino, con sus patios, piletas y salas virreinales, que aún siguen siendo el corazón histórico y artístico de nuestra universidad decana. La confrontación ideológica podía ser algo violenta a ratos pero al cabo de un tiempo se aquietaba teniendo como inspiración la vigencia de la libertad y la democracia en el Perú. Luego ambas universidades trasladaron sus respectivos campus del centro urbano, para construirlos a corta distancia uno del otro en medio de una zona arqueológica. La polémica, sin embargo, ha tomado otro carácter, más a tono con los desafíos tecnológicos del siglo XXI. José Agustín tuvo la virtud de profundizar la historia del Perú de los siglos XIX y XX, a la que estaba ligado por ancestro y vocación, con un espíritu de honda peruanidad a la vez que tolerante hacia quienes tenían un ideario distinto del suyo. Descansa en paz.