Jarap Jesoa
La escena es atroz y data de 2015. Un grupo de terroristas del Estado Islámico, se ha distribuido detrás de 21 cristianos coptos acusados de todo y les apuntan con sus armas en las orillas de una playa de Libia. Instantes después los decapitan e hileras de sangre cubren un rastro hasta el mar. Antes del cuchillazo fatal, los jóvenes creyentes, serenos musitaron en voz baja pero audible: Jarap Jesoa, Señor Jesucristo, en lengua copta.
Los 21 mártires de su fe, residían todos en El-Or, en el Alto Egipto. En la comunidad, hermanos, primos, padres, siguen viendo el video con orgullo y compostura, mientras señalan: “Este es nuestro Samuel, este es nuestro Abanoub”.
En Egipto residen 9.5 millones de personas que profesan esta religión, frente a los 99.3 millones de habitantes totales de confesión musulmana. Pertenecen a la Iglesia Copta o Iglesia Ortodoxa Copta de Alejandría, fundada en Egipto en el siglo 1 d.C. por el apóstol San Marcos. “Los coptos son el pueblo cristiano e indígena de Egipto, descendientes directos de los antiguos egipcios, un pueblo con quizás la historia más larga registrada”, señala una publicación del Centro Británico de la Iglesia Copta.
Pese a su arraigo histórico en la región, los cristianos son, a menudo, discriminados y tratados como ciudadanos de segunda clase, a los que se ataca frecuentemente. En noviembre de 2018, el Ejército Islámico atentó contra un autobús de pasajeros, repleto de cristianos coptos, matando a 8 personas e hiriendo a 13. Meses antes, los cristianos de la aldea de Minya fueron atacados por una multitud y en diciembre de 2017 un hombre armado abrió fuego contra los fieles de una iglesia de la capital, El Cairo, matando a once personas. Ese mismo año 73 coptos perdieron la vida en sendos atentados en Tanta, Alejandría y Menia.
¿Cómo explicar esta fidelidad a una fe que renace 1,400 años después de la invasión islámica? “Por la adversidad de la historia -dicen los especialistas- los coptos fueron abandonados a sí mismos por más de un milenio. Les fue negado el desarrollo, que Occidente tanto aprecia, pero han mantenido viva la herencia apostólica del cristianismo primitivo. Ningún copto traicionaría su fe.”
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