Israel, Israel
Israel invierte el 6,3 % de su PBI en ciencia y tecnología, lo que convierte a este pequeño país de 22 mil km² (del tamaño de Huancavelica) en líder mundial en investigación y desarrollo científico. Ha logrado trece premios Nobel, doce de ellos en ciencias; lo hecho en los últimos tiempos en materia de seguridad y defensa es, en gran medida, una expresión de lo anterior.
Tres hitos —de muchos en su historia— han marcado fuertemente la identidad israelí: la promesa bíblica de que los descendientes de Abraham tendrían una tierra donde asentarse, es decir, la “tierra prometida” o Canaán; la lucha por la libertad desde la esclavitud en Egipto liderada por Moisés, de retorno a Canaán; y la victoria de David sobre Goliat, que representa la victoria del talento sobre la fuerza. La lucha por la tierra prometida, la búsqueda de la libertad desde un país pequeño frente a otros gigantes, siguen vigentes.
El ataque terrorista en octubre de 2023 tomó por sorpresa a Israel, inusual para un país cuyos sistemas de inteligencia suelen estar dos pasos delante de los acontecimientos. Mil doscientos muertos, violaciones, secuestros de inocentes y otras atrocidades desataron una violenta respuesta contra Hamas, un proxy de Irán en la Franja de Gaza, y luego contra Hezbollah en territorios libaneses. Ambas organizaciones son financiadas, equipadas y entrenadas por el régimen de los ayatolás para destruir a Israel.
Hay dos operaciones israelíes de nivel “quirúrgico” que resaltan en esta guerra en proceso: la decapitación de los mandos de Hezbollah como corolario de un complejo ajedrez de inteligencia que incluyó estudio de hábitos, infiltración en su proceso de toma de decisiones, intervención en la cadena de suministros de equipos electrónicos, la capacidad para camuflar explosivos dentro de anticuados beepers y vendérselos a Hezbollah, que los usaba para evitar interceptaciones. Finalmente, a una hora determinada, los detonaron a distancia de manera simultánea, causando muertos y heridos en la cadena de mando, sumiéndolos en el caos para luego abatirlos con armas convencionales.
La operación “León Naciente” contra Irán fue igualmente excepcional. Primero, por la distancia de casi 2.000 kilómetros que separa a ambos países; y, fundamentalmente, por la “preparación”, que consistió en abatir a los altos mandos de las fuerzas armadas, científicos nucleares y otros altos funcionarios iraníes en sus propios domicilios. ¿Cómo lo hicieron? Pues con un prolijo y anticipado trabajo de inteligencia para determinar las coordenadas de cada sitio. Simultáneamente, infiltraron pacientemente partes pequeñas de drones que se ensamblarían en territorio enemigo. Determinado el día (D), y mientras se vigilaban fronteras y cielos lejanos, desde dentro fueron golpeados quirúrgicamente y decapitada la cadena de mando. Luego vendría la acción más convencional de su fuerza aérea para doblarle las rodillas al régimen que desde 1989 ha sembrado el terror en el Medio Oriente.
La lucha de Israel por la supervivencia y la paz es extraordinaria. Enfrentar a Irán, que es 80 veces más grande territorialmente y con una población 10 veces mayor, recuerda a David contra Goliat. Nada es perfecto, por cierto; si su adelanto tecnológico y talento les permite desarrollar acciones quirúrgicas, confirma que lo mismo pueden hacer en Gaza y evitar muertes, sobre todo de niños, quienes no eligieron nacer allá. Ello perpetúa el odio y la violencia, opuestos a la paz que persigue.
Israel, Israel.
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