Intervención militar (y legal) contra Maduro
Sucedió lo esperable: el narcochavismo perpetró otro fraude descomunal sin ningún rubor. Han apostado, nuevamente, por atornillarse aún más sin importar lo que el mundo democrático diga y haga. Ya lo hicieron antes, ¿les resultará esta vez? Que no se piense que todo está consumado. Todavía hay margen para una fuerte presión internacional sin descartar ninguna opción, hasta la que implique el uso de una fuerza mayor para removerlos del poder.
Millones en el mundo libre esperan que los liderazgos políticos estén a la altura de las circunstancias. La tibieza será un suicidio. Toca en este arranque una exigencia tenaz para la verificación externa de los votos y las actas; pero sobre todo un aislamiento paralelo y el restablecimiento directo de las sanciones a la oligarquía delictiva chavista. Si no son desflemados, afianzarán el proceso de cubanización que iniciaron hace 25 años gracias a la subestimación y la minimizacion de todos los riesgos.
Por lo pronto el chavismo sabe que cuenta con aliados cruciales, que son los que ya salieron a felicitar el "triunfo electoral". Rusia, Irán, Cuba, China, Corea del Norte, Bolivia... y todas las tiranías y las autocracias vivas, mayores y menores, dan apoyo abierto. Putin acaba de declarar que ahora toca fortalecer la cooperación con Maduro en "temas sensibles". Solo la ceguera o un grave sesgo puede seguir negando la acción de los soportes externos del Cártel de Los Soles que "gobierna" Venezuela.
Como anotamos en este espacio a inicios de este año, enorme entusiasmo despertó en suelo venezolano y en el mundo libre que las fuerzas prodemocráticas eligieran en noviembre 2023 como líder opositora a María Corina Machado a través de unas elecciones primarias sin intervención del régimen dictatorial. No hubo así chance de fraude. El resultado sin embargo, como era previsible, sería desconocido en ruta al proceso electoral presidencial de este año 2024. Machado fue inhabilitada, otra vez. Y, como ha ocurrido antes, el régimen apuntó a ganar tiempo, a "pasear" los reclamos internos y externos por competir limpiamente. Lo acabamos de ver.
Inescrupulosos como los chavistas no dejan el poder hasta que alguien se los arrebate. Y quizá, asumiendo al fin esa condición, el mundo prodemocrático considere y reconozca que la única forma de expulsarlos es ejecutando una presión (más allá de las sanciones económicas a la organización criminal y la diplomacia que solo pellizcan a Maduro, Diosdado y sus asociados) que considere una intervención internacional (de base legal como el TIAR o el R2P), el auxilio de una fuerza suprema que ya no eluda el factor militar. Son millones de venezolanos que esperan una oportunidad de retornar a su país y suelen afirmar que ya no hay otra opción que el derrocamiento del cívico-militar y politizado cártel del narcotráfico que se adueñó de Venezuela vía una cubanización progresiva.
Esta estructura de poder político y delictivo es hace tiempo una amenaza para la seguridad del continente. Por ejemplo, el chavismo no solo exportó a criminales del Tren de Aragua al Perú —y otros países— para desestablizarlo social y económicamente, también incita con fines políticos desde Caracas la división entre la diáspora venezolana y los peruanos. Con sospechoso oportunismo fue reapareciendo Antauro Humala desde el sur intentando usar la xenofobia electoralmente y hasta planteando "campos de refugiados que los alimente" la ONU, como en Siria, para los venezolanos en suelo peruano. Es impredecible el alcance que estas propuestas descabelladas puedan tener entre ciertos sectores del electorado incitado hacia la violencia en el proceso del 2026.
En sus dominios y en voz alta el chavismo advirtió sin tapujos la naturaleza de su irreversible proyección. "Por las buenas o por las malas" ganarán todo proceso que asegure el poder, dijeron. Seguir creyendo entonces que la democracia eleccionaria permita el cambio político en este caso es ya, y de tiempo atrás, de una indudable candidez. Solo la amenaza (o incluso la ejecución, como sucedió con Noriega en 1989 en Panamá) de una fuerza internacional superior puede dar la oportunidad última de expectorarlos o de que inicien fuga, temerosos de una negociación fuertemente contenciosa que, ahí sí, los obligue a aceptar que no pueden ganar. Como se advirtió hace años, se está no ante simples "actores políticos", sino ante curtidos criminales, civiles y militares, con poder político.
