Inteligencia (pos)artificial
La ciencia-ficción ha dejado de ser desde hace varios años un género marginal en la literatura peruana, y si bien aún no goza del prestigio merecido debido a los inveterados prejuicios de quienes continúan aferrados al paradigma realista decimonónico, la continua publicación de estos textos literarios es más que alentadora. Es el caso de El destino de Ocho (Colección de Arena, Ediciones Altazor, 2019) de Daniel Escribens, libro de relatos que exploran tópicos como el lenguaje binario, los videojuegos, la robótica y los mundos posapocalípticos.
El libro se inicia con el microrrelato “Ceros y unos”, de interés por el buen uso de la economía de recursos para crear la atmósfera necesaria en la ficción respecto del dominio del ordenador sobre el personaje, esto es, de la dimensión virtual sobre la realidad. El tema de la frontera difusa entre lo virtual (o ficticio) y lo real también es abordado en los siguientes relatos. En el antologable cuento “La aventura en juego”, la pasión del personaje por el videojuego relativiza los marcos temporales y espaciales; hay en la narración una conexión entre las dos dimensiones que recuerda el magistral cuento “Continuidad de los parques” de Cortázar, aunque sin llegar a una integración absoluta de los planos imaginario y real. Por su parte, “El Operador Mental” presenta una situación futurista de cuasi ortopedia cerebral en el nivel de la psique como desinhibidor social, entre otros usos; relato ingenioso pero de final un tanto previsible. En “Suspendido Wolverine”, a la par que se plantea la borgeana idea del diseño perfecto de una casa cuyo crucial defecto es su imposibilidad de adaptarse a cualquier entorno, se asiste a la conversión del personaje en su héroe de cómic favorito, en una irrupción de lo imaginario en lo real.
El mayor logro del libro es la novela corta “El destino de Ocho”. Ocho es un robot programado para preservar el destino de la especie humana encarnada en Elías. Si en los anteriores relatos las referencias geográficas escaseaban (solo en “Suspendido Wolverine” la mención, entre otras, de las Montañas Rocosas nos permite situarnos en una región reconocible), en la medida en que acompañamos a los personajes Elías y Ocho en su peculiar travesía, de una inicial sensación de un universo posapocalíptico a lo Mad Max, la referencia al territorio peruano –en un futuro distópico, como prospección ficcional, pero identificable– se hace patente. Esta ubicación no es en absoluto forzada, sino explica, por ejemplo, las extrañas transmutaciones que Elías tiene en un felino nativo mientras sueña. Pero el gran tema de la nouvelle es la inteligencia artificial y sus posibilidades de reemplazar o superar la inteligencia humana, y es justamente en la relación entre la máquina y el hombre donde se puede hallar un planteamiento ético o una postura política en muchos autores de ciencia-ficción. En ese sentido, “El destino de Ocho” (y algunos de los otros relatos incluidos), más que un simple producto cultural de evasión o lúdico, conlleva una autorreflexión crítica de la modernidad desde el ámbito de la literatura.