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Importancia de una agenda común universitaria

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Fecha Publicación: 20/06/2024 - 22:00
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Está claro que por la experiencia e iniciativas adoptadas en otros países, que la educación se ha convertido en uno de los instrumentos más eficaces para consolidar esa legítima aspiración que tiene todo Estado de alcanzar el desarrollo pleno, es decir en todas sus dimensiones, económico, social, cultural, salud, democrática, entre sus ámbitos más emblemáticos.

Sin hacer aspavientos varios países, especialmente asiáticos y europeos, advirtiendo la importancia y trascendencia de la educación, invirtieron logrando en dos décadas resultados que hoy les permite ostentar su condición de Estados que extinguieron asimetrías sociales y sin ser necesariamente potencias mundiales garantizan para su población una elevada calidad de vida y cuentan con recursos incluso para emprender programas de cooperación en los países del tercer mundo.

Si esos son testimonios de la sana inversión en programas serios de educación, tanto a nivel escolar como en el ámbito universitario, con resultados palpables, cabe preguntarse cuál la razón para que en la región sudamericana y particularmente en el Perú, todavía se adviertan la vigencia de procesos involutivos que postergan los grandes objetivos de desarrollo.

Si bien en el caso peruano un mayor grado de responsabilidad la tienen los que integran la clase política por su presencia tóxica en las instancias de poder, al extremo que los índices de aprobación ciudadana de autoridades de los tres poderes del Estado, es ostensiblemente baja, sin embargo no es menos evidente que, en el ámbito de la sociedad civil y el académico específicamente, si bien no se conocen encuestas de aprobación o reprobación ciudadana, empero ello no significa que las universidades como centros del saber, responsables de la formación de millones de jóvenes lo estén haciendo perfectamente, por el contrario, la ausencia de espacios de concertación, de intercambio de ideas, contribuyen a la profundización del problema, sumado a ello los intereses de grupos de poder que influyen y manipulan para que las confrontaciones disimuladas o encubiertas desemboquen em decisiones contrarias al derecho insoslayable a la educación que le asiste a esas nuevas generaciones.

Frente a circunstancias tan complejas, considero que llegó el momento de asumir posiciones y actitudes reflexivas, incluso autocríticas, en el contexto de la responsabilidad compartida que nos asiste a todos, sobre los escasos avances logrados en el campo de la educación universitaria, en ese escenario tan complejo, las confrontaciones por diversas causas y motivos, justificadas o no, tuvieron mayor capacidad para imponerse a las iniciativas de diálogo conjunto, en aras del surgimiento de una agenda común. Ahí nos estancamos, distrayéndonos en esa colisión de intereses de grupo, para preservar lo suyo. Las secuelas de esta distracción nos interpelan a todos. Es probable que algunos de los que lean este artículo no aceptarán culpa alguna, en cualquier sociedad no faltan personajes que se ubican por encima del bien y el mal y en una actitud pilatuna reaccionarán expresando que no es culpa de ellos, porque lo hicieron bien, el que falló fue el otro.

A estas alturas conviene reaccionar con altura humana, sentido autocrítico, individual y colectivamente y sobre esa base aunar esfuerzos, primero para contribuir de manera mancomunada en la elaboración de una agenda común, que sea susceptible de ser debatida, fortalecida para su posterior implementación. Los temas no son una abstracción: Mejoramiento de la calidad de la enseñanza superior, vigencia plena de la Autonomía Universitaria, cualificación de la función docente, fortalecimiento institucional de las universidades, emprendimientos sobre investigación científica, infraestructura universitaria, responsabilidad social universitaria, consolidación del paradigma de la educación como un bien público y social y un derecho humano insoslayable. Esos y otros más, son temas que nos deben unir, podemos abordarlos construyendo esa agenda común.

Al promediar el año 2024, urge razonar sobre la importancia de generar espacios de concertación, renunciando a intereses propios excluyentes. Si avanzamos en esa perspectiva, podremos encontrar resultados óptimos a mediano plazo. Lo contrario es seguir retrocediendo.

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