Importancia de la democracia
Nuestra clase política está tan venida a menos que hasta a los hijos de los políticos les da vergüenza mencionar la actividad u ocupación de sus padres; cuando una persona se presenta como político o nos enteramos que lo es, empezamos a mirarlo de manera distinta. Estamos a dos años de cumplir el bicentenario de nuestra vida republicana, sí tenemos políticos admirables, la población está cada vez más informada, más educada, más enérgica, sin embargo sentimos una decepción generalizada.
En nuestro Poder Legislativo, la representación nacional, tenemos a médicos reconocidos, empresarios exitosos, profesores destacados, economistas de renombre, militares y policías gloriosos en retiro; sin embargo, todos ellos sucumben ante ese sentimiento colectivo de haber disminuido profundamente. “Mal de muchos, consuelo de tontos”, reza el dicho; este problema no es solo en Perú, es un problema de talla global, inclusive en los países y en las democracias más desarrolladas. La promesa de la democracia siempre ha sido extraordinaria, inclusive se sostiene que sólo la democracia es la fuerza que vencerá a todos los males del mundo; los estudiosos aseveran que la democracia trae consigo un sinnúmero de beneficios como: prosperidad, seguridad, erradicación de la violencia extremista y del terrorismo. Pero, ¿es cierta tanta bondad? En la mayoría de países en desarrollo todavía encontramos un poder judicial débil y deshonesto, una sociedad civil muy limitada e inefectiva, medios de comunicación sometidos al poder económico y un gobierno impopular, percibido como corrupto, con índices alarmantes de inseguridad. Ante lo expuesto en el párrafo anterior, ¿deberíamos renunciar a la democracia? Renunciar a ella sería un absurdo, sería ir en contra de nuestros valores, iría en contra de los deseos de las personas, sería contrario al interés común. La mayor parte de la población siente que la política está rota, la causa de ello es haber dejado de lado a la democracia como valor y solo resaltar el argumento instrumental, es decir, la democracia solo es importante por los beneficios que trae. Es necesario alejarnos del concepto utilitarista de la democracia, esto se hace extensivo a los derechos humanos y a la igualdad de género; estos argumentos son peligrosos, bajo esa lógica: la tortura sería buena porque nos permite extraer información, la exclusión de la mujer trae crecimiento económico en los países árabes, etc.
La democracia implica mucho más que una simple óptica instrumental, no se trata de las cosas que trae consigo, la democracia importa porque representa la idea de igualdad, la idea de libertad, refleja la idea de dignidad de la persona. Es momento de hacer que la democracia recupere su vigor, debemos involucrarnos en un nuevo proyecto de ciudadanos y políticos; la democracia no solo es una estructura, es un estado mental, es una actividad, que implica –indefectiblemente- honestidad. No nos hemos detenido a analizar que, en los medios de información y comunicación, los políticos nunca dicen que no saben al momento de dar respuestas, son “capaces” de responder sobre cualquier tema; necesitamos detener esto, los políticos no son omniscientes, ellos deben aprender, aunque sea ocasionalmente, a decir que ciertas cosas que el elector desea o quiere, pueden ser cosas que no pueden cumplir o tal vez, por responsabilidad, no se deben cumplir.
Por otro lado, debemos entender el talante de nuestra sociedad; nuestra sociedad nunca ha estado tan educada, nunca ha sido tan poderosa, nunca ha estado tan sana, nunca ha sabido tanto o se ha preocupado tanto o ha querido hacer tanto; nos estamos moviendo más y más hacia las energías de nuestra gente, y tenemos que aprovechar esa fuerza poderosa. Para que la democracia funcione, la clave es la honestidad; la democracia no es preocuparse por qué hacen los políticos, sino por qué hacemos los ciudadanos. Para que los políticos sean honestos, el público debe exigirles ser honestos, y los medios de comunicación deben colaborar en esa tarea; si la democracia florece, se trata del compromiso activo e informado de cada ciudadano. Para reconstruir la democracia, es necesario no solo que el pueblo aprenda a confiar en sus políticos, sino que los políticos aprendan a confiar en el pueblo.
(*) Ph.D. in Business Administration, Doctor en Derecho