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III Domingo de Adviento: los signos de la venida del Mesías

Fecha Publicación: 14/12/2019 - 20:10
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Queridos hermanos, nos encontramos ante el domingo tercero de Adviento. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios? Nos muestra nuestra realidad actual. El profeta Isaías lo dice: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”. Dios siembra en nosotros su Palabra, a través de la predicación y así florece en nosotros un hombre nuevo. “Verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvarán”, continúa la lectura. La cobardía y el miedo nos limitan a manifestar lo que pensamos y a confesar nuestra fe. Les transmito el mismo mensaje que dice la escritura: ¡Sed fuertes, no temáis! Dios nos infundirá su espíritu y hará justicia contra nuestro adversario. ¿Cuáles serán los signos que nos anuncien ese espíritu?: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”. Son los signos de que el Mesías está cerca, Jesús llega a tu vida y quiere entrar a tu corazón.

Damos respuesta a esta lectura con el salmo 145: “Ven, Señor, a salvarnos. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos”. Hermanos, constantemente somos oprimidos por nuestros pecados y tribulaciones, pero confesar nuestra fe, nos hará libres. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente”. El salmo también nos muestra los signos de la llegada del Mesías, es la rectificación que Dios está con nosotros.

La segunda lectura el apóstol Santiago nos dice: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”. Ofrezcamos hoy al Señor, las injusticias a las que nos enfrentamos, seamos pacientes y juntemos entonaremos un himno de gloria junto a nuestro Padre celestial.

El evangelio de san Mateo nos dice: “Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”. El Señor los invitaba a ver y escuchar lo que presenciaban, anuncia los signos que ya mencionaban los profetas y la Torá. Estaba escrito que el Mesías daría estos signos, era la garantía de su autenticidad. “Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.” Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”. El pueblo esperaba a un hombre lleno de lujos y de renombre, pero ¿es esa la manifestación de Dios? La sencillez de Juan era inesperada para el pueblo. De esta misma forma, esperemos con ansías en nuestro corazón la venida del Señor, con humildad y sencillez, sin esperar retribuciones o poner grandes expectativas. Dios te ayudará en medio de la destrucción de tu matrimonio o en tu incapacidad para amar. Pidamos a Dios que nos de la misma capacidad que tuvo Jesús para amar al hombre. Este es el espíritu de este tiempo, el amor. Te invito a que se los pidas a Dios en la intimidad de tu habitación.

Que la bendición de Dios esté con ustedes y sus familias.