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Hospitales de alta complejidad: promesas de concreto que no eliminan las colas

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Fecha Publicación: 26/07/2025 - 22:20
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Conseguir una cita médica en el sistema público peruano se ha vuelto un recorrido de resistencia. Testimonios que se repiten en todas las regiones lo muestran con crudeza: familias que madrugan para alcanzar un cupo y aun así reciben citas para después de meses; pacientes rechazados en emergencias porque el síntoma “ya bajó”; servicios sin especialistas clave; enfermos que deben comprar medicamentos fuera del hospital porque no hay abastecimiento.
Cada historia revela la misma herida: la promesa constitucional de acceso universal a la salud se traba en la puerta del establecimiento.
En este contexto, los anuncios de la presidenta Dina Boluarte sobre la construcción de hospitales de alta complejidad mediante convenios Gobierno a Gobierno (G2G) han sido recibidos con esperanza… y también con escepticismo.
¿Realmente un nuevo hospital regional resuelve las colas? ¿O estamos frente a un recurso político recurrente: ofrecer infraestructura de gran escala como sustituto de reformas de gestión que atiendan el sufrimiento inmediato de la gente?
Un hospital de alta complejidad es visible, cortable en cinta inaugural, asociable a liderazgo y legado. Permite al gobierno mostrar inversión, modernidad tecnológica y cooperación internacional (como los convenios con el Reino Unido o Francia). En términos comunicacionales, “estamos construyendo un gran hospital” suena como “tu problema será resuelto”.
Pero el acceso real depende de cadenas mucho más largas: prevención, tamizaje, referencia oportuna, transporte sanitario, disponibilidad de personal y suministros, sistemas de información y financiamiento sostenido para operación y mantenimiento.
Cuando esas piezas fallan —como hoy ocurre en amplias zonas del país—, incluso un hospital de última generación puede operar por debajo de su capacidad o convertirse en un cuello de botella más.
Construir un hospital grande no es rápido, el proceso completo suele tomar entre 4 y 6 años en escenarios relativamente ordenados. Con demoras administrativas, arbitrajes, cambios de diseño o problemas de terreno, no es raro que se extienda más allá de 7 años.
Mientras tanto, las colas siguen, porque la mala gestión, el desabastecimiento, la escasez de especialistas, la burocracia y los espacios de corrupción no se resuelven con cemento.
Los nuevos hospitales son necesarios. Varias regiones carecen de centros de alta complejidad capaces de brindar cuidados intensivos, terapias oncológicas avanzadas o cirugía altamente especializada. Pero confundir infraestructura con acceso es un error que se paga en sufrimiento humano.
Mientras los proyectos G2G avanzan —y ojalá lo hagan con transparencia y buena gestión—, el Estado debe responder a la urgencia diaria: citas oportunas, especialistas disponibles, medicamentos completos y redes primarias fuertes.
Si no, dentro de unos años seguiremos cortando cintas en hospitales flamantes… mientras miles de peruanos siguen muriendo en la cola, esperando una atención que nunca llega.
@sandrostapleton

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