Historia de un peine
Durante mi época escolar, papá nos cortaba el pelo tipo militar. Parecíamos cadetes. Por eso cuando me independicé una de mis primeras acciones de rebeldía fue no cortarme nunca más el pelo. A ello agregar que tampoco me peinaba. Sin embargo, cuando iba a visitar a mis padres, salía diferente.
Eso de que un rebelde le obedece solo a su mamá, conmigo fue ley. Ni bien llegaba a casa, mamá, mi Socorrito, iba por un gel, y un cepillo, y me dejaba listo para un concurso de peinados. Fue terrible, pero cómo contradecirla, era su forma de preocuparse por mi aspecto.
Y era feliz: su sonrisa apagaba toda amenaza de sublevación capilar. Por eso el tiempo que trabajé en la televisión fueron los días más alegres de su vida: ver a su hijo con corbata, cabello corto y bien peinado, la llevaba a los años cuando me enviaba a la escuela.
Pero la felicidad no es para siempre, la felicidad de mamá, tampoco. Cuando dejé la televisión volví a dejarme crecer la cabellera y mi madre volvió a peinarme cada vez que la visitaba, hasta que una tarde, enferma ya de cáncer, me dijo: “Hijo, como ambos sabemos que no soy eterna, aquí te he comprado este peine para que te acuerdes de tu madre”.
Y me entregó un peine de plástico, de aquellos que tenía mi padre siempre en su bolsillo. Mamá falleció y yo no he dejado de utilizar su herencia. Por eso hace cinco días cuando lo perdí en uno de mis descuidos cotidianos, sentí su reproche, su tristeza tocándome desde el cielo.
Entonces compré un gel y me estuve peinando con un cepillo de mi doctora que, admito, tiene tanto de mi madre: está pendiente de mis medicamentos, se preocupa por mi agenda, le gusta que camine bien trajeado, reprueba que salga a la calle con sandalias, y me peina.
Hoy, 10 de marzo, como si ambas se hubieran puesto de acuerdo, Gisella me llamó para decirme que encontró el peine de mi Socorrito y yo, que acabo de llegar a Villahermosa, México, convocado por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, que tiene al Perú como país invitado, no estoy sino mirando el calendario para volver a ella y pedirle que me peine con esas manos que aprendieron a curar, con esa ternura que toca el cielo, la casa donde ha vuelto a sonreír mamá.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.