¡Hemos tocado fondo!
¡Qué desdichado el Perú! Porque, cada día —y con mayor fuerza— viene enrollándose en escándalos de enormes proporciones, gestados por sujetos de la peor estofa que, para nada, representan lo que fue esta nación hasta el siglo pasado. Muy por el contrario, esa gente simboliza al peor de todos los lumpen que pueda alguien imaginar. Estamos llegando a niveles de degradación haitianos, que no corresponden a un país con vasta cultura ancestral, tradicionalmente habitado por gente valiosa con educación y amor propio. ¡No por esta chusma de hueleguisos que sucumbe ante el primer vendedor de jarabe crecepelo, rindiéndole pleitesía y sometiéndose a sus trampas e inmundicias para obtener favores a cambio! Sujetos que, en lugar de esforzarse y regenerar su cerebro —librándose de las taras que viene adquiriendo buena parte de nuestra sociedad— se someten al facilismo de la coima como institución para, presuntamente, progresar a base de influencias condicionadas a apañar —a cambio de dinero— el delito de quien prometa el disparate más estrambótico; convirtiéndose en cómplice y/o sicario de esta corrupción generalizada que ahora prima y manda en esta nación. Basta pasar revista rápidamente a las informaciones desplegadas ayer por este periódico, para saber la gravedad del momento. A continuación, resumimos los titulares de algunas de ellas para mostrar el extremo grado de deterioro psicológico, ético y moral por el que atraviesa esta otrora admirada sociedad.
“¡Secuestros y extorsiones se disparan en 2024, con un alarmante aumento del 50%, según el INEI!; ¡Pequeños negocios cierran temprano por miedo a la delincuencia, hundiendo (aún más) la economía local! ¡Cinco presidentes en seis años reflejan la inestabilidad política que frena el desarrollo y mina la inversión! ¡El turismo y la minería, pilares de la economía, tambalean por la inseguridad y por las protestas! ¡Banco Mundial reduce las proyecciones de crecimiento económico para el Perú y advierte sobre la trama (estadística) del ingreso medio! ¡Reformas constantes están debilitando la justicia penal! Y finalmente —no por ello menos importante— ¡Chibolín promovió campaña de seguridad para Essalud!”
Entiéndanlo bien, amables lectores. Los “chibolines” conforman la razón principal de estos tormentos que tanto han pervertido —y continúan degradando— a nuestra nación. El facilismo, la trampa, el cortar camino con engaños, el lograr beneficios sin trabajar, o el escalar socioeconómicamente basado en celadas, vienen siendo los mayores motores del caos que cunde actualmente en el país. El peruano contemporáneo cree que todo se arregla con argucias, artimañas, chanchullos, fraudes, jugarretas, sofismas, intrigas. ¡Todos fundamentos de la corrupción! Es por ello que la sociedad peruana está degradada, desmoralizada y corrompida, acostumbrada a la ley del mínimo esfuerzo para conseguir lo que se le ocurra; bien sea cobrar trampeando, fungiendo de intermediario u ofreciéndose para lo que sea —incluso de sicario— al “chibolín” de turno. Solo para saciar una sed de grandeza sin esfuerzo ni oficio.
¡Hemos tocado fondo, amable lector! ¡Este país no da para más si seguimos emperrados en la mañosería como fundamento para alcanzar el desarrollo personal, familiar, empresarial o el que fuere! ¡No sigamos estirando la pita!
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