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Haya o no haya, ¿Carla será?

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Fecha Publicación: 09/08/2025 - 04:26
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El Partido Aprista Peruano volverá el 2026 a tentar suerte electoral tras cinco años de paréntesis. Con décadas de historia, dos gobiernos de drásticos contrastes en su haber y la búsqueda de una figura interna emergente y aglutinante, tarde o temprano tendrá que asumir el actual dilema estratégico y de campaña: ¿apostar —ante los votantes, sobre todo entre los jóvenes— por el legado doctrinario de Haya de la Torre o por el pragmatismo económico y social de brújula liberal y antipobreza de Alan García 2006-2011?

La comunicadora Carla García (50 años), hija del expresidente, expresó su disposición a integrar la plancha presidencial del APRA en las elecciones generales del próximo año. Aunque no ha definido el cargo que buscaría, su mensaje es claro: “Si mis compañeros me piden que vaya a la vicepresidencia, iré. Si eligen que vaya a la presidencia, iré. No actúo por apetito personal, sino por interés partidario”, declaró este año. Además, se ha ofrecido como “locomotora” de campaña, recorriendo regiones y empujando la lista congresal del partido.

No es la única, por cierto. Su aparición pública coincide ahora con otros liderazgos y facciones partidarias que también buscan reposicionar al APRA en el escenario político. Un duro reto. En noviembre harán sus elecciones democráticas internas —un militante un voto— definiendo la plancha presidencial.

En una encuesta de abril de 2024 ("39% cree que el APRA podría volver al Congreso o incluso a Palacio". Ipsos), el partido mostró un repunte inesperado. ¿Por qué? Una hipótesis apunta al recuerdo positivo del segundo gobierno de García, percibido por algunos sectores como eficaz en lo económico. Otro motivo es que García habría sido víctima de un complot o una persecución judicial politizada. Su muerte en 2019, aún rodeada de interrogantes, dejó una huella emocional, incluso entre la población, que el partido no ha capitalizado del todo. Como ocurrió con Fujimori, cuya imagen se revalorizó tras su fallecimiento, el impacto post mortem de García podría ser un activo político si se articula con audacia e intentando socializar las verdades de fondo (y revelando a los complotadores vinculados al impune vizcarrismo) entre la ciudadanía.

Pero de García no solo queda la carta que dejó ganando a sus enemigos encarnados por el caviarismo antiaprista. También queda un segundo gobierno potente en resultados económicos que, increíblemente, tampoco se explota como componente central de una estrategia política competitiva. Hoy el electorado exige dos cosas principales: seguridad ciudadana y crecimiento económico. En ese marco, el legado de Haya —más doctrinario y vinculado al primer gobierno aprista— resulta menos funcional. En cambio, el segundo gobierno de García (2006–2011) impulsó un crecimiento económico y de inversión privada, reducción de pobreza y expansión de la clase media. Es un activo que el partido podría rescatar con fuerza.

La misma Carla García lo ha dicho puntualmente: “Todos los que trollean en redes lo hacen gracias a las condiciones de un gobierno increíble. Después de eso, todo vino en bajada”. El aprismo de 2006–2011 apostó, pues, por distanciarse de la socialdemocracia socialista de 1985–1990, y ese giro pragmático de signo liberal y de resultados contra la pobreza podría ser clave para reconectar con sectores medios, emprendedores y votantes desencantados. Ahí donde hierve el capitalismo popular que además hoy pide seguridad, inteligencia operativa y "mano dura" contra la criminalidad.

De otro lado, como todo partido histórico, el APRA enfrenta pugnas y tensiones internas. Gira además alrededor del recuerdo de sus dos principales liderazgos: Haya de la Torre y Alan García. Pero en la actualidad no hay un liderazgo ordenador determinante. A inicios de los ochenta, contaba el recordado periodista y analista Manuel D'Ornellas —en estas páginas de Expreso—, que al fallecer Haya, existían hasta cinco tendencias internas en fricción. Antes de ello, "El Jefe" definía las salidas a los conflictos, "chancaba la mesa". Con Alan presente, también actuaba un liderazgo fuerte que fijaba las alternativas y arbitraba el orden. Hoy, esa figura contundente falta. ¿Podrán los apristas, en la coyuntura, demostrar madurez política para lograr la unidad? Veremos.

En un país de inevitables memorias caudillistas, el "factor García" podría ser más útil que el doctrinario "factor Haya" que apunta más a reagrupar a la propia militancia que a abrir la cancha a nuevos simpatizantes y votantes. Su segundo gobierno ofrece resultados “vendibles” en campaña, y su fallecimiento —aún no esclarecida— puede ser reivindicada como símbolo de lucha contra su principal antagonista político: el caviarismo fiscal, judicial, expolicial y mediático.

La muerte de García es quizá una de las tramas políticas más sucias ocurridas en la historia peruana reciente. Y hay culpables impunes de ese juego siniestro que se valió hasta de tácticas montesinoides para su ejecución. García venció a sus enemigos no dejándose humillar: les dejó su cadáver como “muestra de desprecio”, según escribió en su carta póstuma. ¿Pueden las evaluaciones políticas y realistas seguir evadiendo el potencial impacto —inclusive haciendo una revisión del historial político latinoamericano— que tendría difundir e instalar los detalles de fondo y señalar a los cómplices del complot contra él?

“No nos defendimos de manera adecuada de los ataques de los caviares”, advirtió Carla García en su momento, con un rol cada vez más protagónico y consciente del elemento “caviar” como ineludible en el juego de poder actual. Y aquí la oportunidad: el caviarismo ya no tiene el influjo de antes. Su alcance se ha reducido drásticamente y su “poder” está sobre todo en la prensa activista y el sistema de "justicia" selectiva del que han hecho gala. Su apoyo al nadinismo y al vizcarrismo, y su rol en la llegada presidencial de un prosenderista golpista como Pedro Castillo en 2021, los ha dejado casi sin narrativa ni base social. Aun así, su influencia "periodística" les permite seguir golpeando políticamente.

Cierto es que la "agenda social" programática y de propuestas tendrá un rol en la competencia electoral, pero un análisis frío, realista y hasta elemental de los conflictos políticos en incubación, lleva a considerar que es inevitable una agenda contenciosa paralela que, en el caso del partido de Alfonso Ugarte, lidie con un antiaprismo visceral que no tardará en relanzarse. Ya se está viendo algo al respecto vía instancias fiscales politizadas. Y al caviarismo antiaprista (aquel que "celebró con botella de vino" la desaparición de García), desesperado por mantener o recuperar poder político, fiscal, judicial y policial, no podrán enfrentarlo estratégicamente con tan solo la "política del afecto". Haya y García lo sabían: "La ingenuidad no es una virtud de la política".

Veremos pues si el APRA en ruta al 2026 decide optar por el "factor Haya" o por el "factor García" —o una mezcla inteligente de ambos, en la que el segundo pase a ser el preponderante— en la competitiva e inclemente política peruana. ¿Haya o no haya, Carla será?

Haya o no haya, ¿Carla será?
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