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«Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos»

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Fecha Publicación: 23/08/2025 - 21:11
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Queridos hermanos, estamos ante el Domingo XXI del tiempo ordinario. ¿Qué nos dice hoy el Señor? La primera Palabra que nos presenta la Iglesia proviene del profeta Isaías, donde se nos anuncia una profecía: va a venir el Señor a reunir a todas las naciones en una sola lengua.
¡Qué difícil es hablar el único lenguaje para el cual Dios ha creado al hombre! Ese lenguaje es el del amor, que es la comunión. Dios se ha encarnado en Jesús, y Jesús se ha hecho hombre para enseñarnos a amar y a donarnos. ¿Cuál es la señal? El amor, la unidad, el unirnos en una sola lengua: el amor. Por eso dice el profeta que traerá a todos vosotros, mis hermanos, y los escogerá, y saldrán incluso de los más alejados sacerdotes y levitas. Esta es una buena noticia: Dios está cambiando todo.
Respondemos con el Salmo 116: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Su misericordia y su fidelidad duran por siempre; Él es fiel. Por eso, hermanos, mucho ánimo, porque Dios, en este cambio que estamos viviendo, lo hace todo bien.
La segunda Palabra es de la carta a los Hebreos, donde se nos dice que el Señor reprende y corrige a quien ama. También se nos recuerda que Dios castiga a sus hijos preferidos, porque los trata como hijos. ¿Qué padre no corrige a sus hijos? Por eso, hermanos, todas las correcciones que estamos recibiendo del Señor son para nuestro bien.
El Evangelio, que es de san Lucas, nos dice que Jesús iba por las ciudades y aldeas enseñando. En ese camino alguien le pregunta: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Y Jesús responde: Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentarán entrar y no podrán.
¿Qué significa entrar por la puerta estrecha? Es la humillación, la humildad. Esa puerta es el bautismo, la vida nueva en Cristo, la buena noticia, el kerigma. Muchos dirán: “Señor, ábrenos”. Pero Él responderá: “No sé quiénes sois”.
Incluso algunos dirán: “Nosotros predicamos en las plazas, somos obispos, cardenales o papas”, pero el Señor les contestará: “No os conozco”.
Porque vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a la mesa del Reino de Dios. Allí se cumplirá lo que dice el Evangelio: Los últimos serán los primeros y los primeros, últimos.
¿Quién está en el centro? Dios mismo. Y lo que nos invita el Señor es a ocupar el último lugar, a sentarnos al final, porque ese es el puesto que Dios nos otorga, el puesto de la humildad. Jesús, cuando vino a este mundo, no eligió encarnarse en Atenas, centro de la sabiduría griega, ni tampoco en Roma, centro del poder político. Eligió un lugar pobre y pequeño: Nazaret y Belén. Ese es el estilo de Dios. Por eso, hermanos, Jesús quiere nacer también en la pobreza de nuestro corazón.
Hoy el Señor nos invita a vivir en esa humildad que abre la puerta estrecha. No en la vanidad, no en la soberbia, no en la autosuficiencia, sino en la sencillez del Evangelio, que nos dice: El que quiera ser grande, hágase servidor de todos.
Que esta palabra nos anime y nos impulse a seguir el camino de Cristo, que es el camino del amor, de la comunión y de la humildad. Que el Señor nos conceda la gracia de entrar por la puerta estrecha y de participar un día en el banquete eterno, junto a todos los pueblos y naciones reunidos en su amor.

Que nazca Jesucristo en vuestro corazón y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros. Amén.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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