Hay que sanear la democracia en el Perú
La democracia no es únicamente una forma de gobierno, sino una forma de vida política, la cual debe ser representativa, participativa e inclusiva, por lo que es necesario que cuente con los instrumentos que le permitan legitimar el ejercicio del poder por parte de quienes lo ejercen, razón por la cual, la revocatoria y remoción de autoridades, así como la demanda de rendición de cuentas, son medios idóneos que le permiten al sistema lograr que quienes detenten el poder lo hagan con legalidad y, además, con legitimidad.
Para ello, debemos comenzar por destacar que son los actores políticos (es decir, los que ejercen la función pública) los que deben tener una conducta o comportamiento que se inspire en la búsqueda del bien común, en cuanto finalidad del Estado, y no al contrario, como viene aconteciendo en estos últimos tiempos. Situación que se refleja en el trabajo que desarrollan las encuestadoras, cuando colocan a los dos órganos políticos (Poder Ejecutivo y Congreso) en un nivel extremadamente bajo de aceptación o credibilidad por parte de la población.
Pues, la inestabilidad política, la inseguridad ciudadana, la deficiente atención en la salud, la insuficiente preocupación por la educación escolar y universitaria, la producción de normas y leyes que solo responden a la defensa de los intereses particulares o de grupo de quienes las producen, la nula capacidad de renuncia de quienes, en ejercicio de la función pública, no quieren reconocer su responsabilidad, son, entre otros muchos factores, los que explican por qué nuestra democracia sigue estando solo en el papel.
Nuevamente, y como lo hemos reiterado en oportunidades anteriores, el problema del Perú y sus autoridades no está en la estructura u organización de sus instituciones, sino en las personas que las integran. Podemos formar nuevos organismos o reformar los existentes, pero si quienes van a formar parte de ellos tienen los mismos vicios y las mismas taras que hoy caracterizan a gran parte de quienes tienen a su cargo el manejo del poder político, estamos condenados a que nuestra democracia siga siendo únicamente una aspiración.
Razón por la cual, para sanear nuestra democracia, es necesario que, sin distingos ni escogencias interesadas, se disponga la no posibilidad de postular a cargo público a cualquier persona que haya sido condenada por delito doloso; pues, esa sola condición debe ser un impedimento para acceder al poder. De lo contrario, nos exponemos a la actual realidad que observamos en el Parlamento, cuando por intereses personales “se elabora un listado” para identificar qué delitos son los que pudieran impedir o no a ser postulantes en una elección popular.
Lamentablemente, por razones personales o de partido, igualmente, no se aprobó la reelección de las autoridades locales y regionales; cuya prohibición, equivocadamente, se decidió en el entendido de que así se evitaría la corrupción (la autoridad municipal corrupta no necesita dos periodos; pues, si en medio periodo se puede “llevar jalando el municipio”, seguro que lo hará).
Si se quiere fortalecer la institución de los partidos políticos, para que trabajen en la formación de nuevos cuadros, y no en función de una persona en particular, debe prohibirse la reelección presidencial, inclusive la que dispone dejar un periodo; es decir, quien llega a la presidencia de la república una vez, nunca más en su vida debe volver al mismo cargo.
La renovación por partes (en periodos cortos de tiempo) de los cargos congresales (diputados y senadores) es una buena alternativa para conservar la legitimidad en el ejercicio del poder de representación.
Y, a pesar de no ser amigo de la copia de lo que existe en otros países, en atención a nuestra experiencia nacional, debería implementarse la posibilidad de que, por propia iniciativa de la presidencia de la república o del Congreso, cualquiera de ellos pueda determinar el término anticipado de su mandato, pero con la salvedad de que la decisión de uno de ellos afecte también el término anticipado del mandato del otro.
Por nuestra democracia, ojalá podamos ser escuchados.
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