¿Hay peor crimen que perder el tiempo? Sí, hacérselo perder a los demás
Imagina una tortura tan devastadora que no deja cicatrices físicas, pero destruye el espíritu: durante la Segunda Guerra Mundial, en los campos de concentración, algunos prisioneros eran obligados a mover una enorme roca de un extremo al otro del campo, durante todo el día, todos los días, sin ningún propósito. Al cabo de un tiempo, muchos terminaban abandonando toda esperanza y se estrellaban contra las alambradas electrificadas de los campos para acabar con sus vidas.
Elegían morir antes que soportar una existencia vacía de sentido. Una vida llena de nada. El ser humano necesita propósito para vivir. Necesitamos un sentido que le dé significado a nuestra existencia. Sin un “para qué”, la vida se convierte en un peso insoportable.
¿Te has sentido así alguna vez frente a los trámites burocráticos? Esa interminable maraña de trámites sin sentido, donde formularios redundantes y requisitos absurdos nos obligan a mover “piedras” sin propósito. Los trámites burocráticos que carecen de sentido suelen convertirse en un laberinto interminable que nos consume tiempo y energía.
En el Perú, donde más se necesita un Estado eficiente, más son los trámites inútiles que desgastan a las personas. Pero detrás de esto hay un problema mucho más grande: la falta de una institucionalidad sólida que le dé sentido al funcionamiento del Estado.
En el Perú, la gente necesita Estado, y por Estado no me refiero a gasto corriente ni a elefantes blancos; me refiero a “infraestructura social” que dignifique a la persona: servicios esenciales en salud, justicia, educación y vivienda. Por el contrario, en los sectores donde más se necesita un Estado eficiente, más son los trámites sin sentido.
Los trámites burocráticos son las venas de la institucionalidad, son los procedimientos y procesos a través de los cuales se pone en funcionamiento el sistema institucional. Una burocracia eficiente garantiza la continuidad y el funcionamiento del Estado. Sin embargo, si estos trámites son excesivamente complejos o ineficientes, obstaculizan el flujo de operaciones institucionales, afectando la capacidad del Estado para cumplir con su misión y responder a las necesidades de la ciudadanía.
La institucionalidad y los trámites burocráticos están intrínsecamente ligados, ya que la institucionalidad proporciona el marco normativo y estructural en el que operan las instituciones, mientras que los trámites burocráticos son los procedimientos a través de los cuales se implementan y gestionan las políticas públicas.
La eficiencia del Estado depende en gran medida de la fortaleza de su institucionalidad, pues unas instituciones bien estructuradas y transparentes proporcionan el marco necesario para la formulación y ejecución efectiva de políticas públicas. Una institucionalidad sólida fomenta la estabilidad política, la legalidad y la rendición de cuentas, lo que a su vez permite una administración más ágil y eficiente de los recursos y servicios del Estado.
Cuando las instituciones funcionan adecuadamente, se facilita la participación ciudadana, se reducen los niveles de corrupción y se mejora la capacidad del gobierno para responder a las necesidades de la sociedad, lo que resulta en una mayor confianza pública y un entorno propicio para el desarrollo económico y social.
Mientras la falta de institucionalidad siga siendo un problema neurálgico en nuestro país, el desarrollo económico del Perú no será estable, sostenido ni justo.
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